Primer Congreso Campesino en Armas
Mantener y engrandecer la obra conquistada
ORLANDO GUEVARA
NÚÑEZ
Soledad
de Mayarí Arriba. Cuatro décadas y media atrás. Desde distintos
puntos del territorio rebelde del Segundo Frente Oriental, llegan
campesinos a pie, a caballo, en camiones o yipis. Para algunos, el
trayecto dura hasta cinco días desafiando la lluvia, el fango, los
ríos crecidos. Vienen desde el propio Mayarí, de Baracoa,
Guantánamo, Yateras y otras zonas distantes. Estaban convocados
para desarrollar el Primer Congreso Campesino en Armas. Era el 21 de
septiembre de 1958.
Campesinos pequeños,
aparceros, precaristas, semiproletarios. Gente explotada y
esquilmada por los terratenientes. Oprimidos, pero no vencidos. A
esta cita acudieron no para enumerar y archivar lamentos, sino para
trazar un camino que los condujera al alcance de sus sueños, tantas
veces traicionados por los poderosos.
No fue aquel Congreso un
evento para la expresión de criterios aislados. Desde julio de ese
mismo año, se había creado el Comité Regional Campesino que
abarcaba el territorio donde operaba el Segundo Frente Oriental
Frank País García, mando rebelde bajo la jefatura del entonces
Comandante Raúl Castro Ruz.
Los 35 comités de
cuartones existentes y 2 695 campesinos organizados al crearse aquel
Comité Regional, se habían convertido en 63 comités agrarios, con
unos 5 000 campesinos agrupados en ellos. Y de esa masa, de sus
sentimientos, sufrimientos y aspiraciones, surgieron los aspectos
que debían formar parte de las discusiones y decisiones del
Congreso.
Los objetivos estaban
muy claros. Lucha abierta contra la tiranía que sumía al país en
el crimen, la violación de todos los derechos y el más bárbaro
abuso contra los pobres del campo. Esa lucha, con clara visión
histórica, se hacía extensiva contra el sistema capitalista en
Cuba y su sostén, el imperialismo norteamericano.
La erradicación del
analfabetismo, sueño inconcluso de Martí, recobraba vida en los
objetivos plasmados ahora por los campesinos. Y la Reforma Agraria
radical que extirpara al latifundismo, a los terratenientes,
devolviera las tierras a sus legítimos dueños y terminara para
siempre la explotación de los entonces preteridos hombres del
campo.
Pero no se trataba de
una simple exposición de demandas para que otros hicieran el
milagro de satisfacerlas. Existía una clara comprensión de que
bajo el gobierno tiránico nada de esto podría jamás alcanzarse. Y
por ello, una decisión era fundamental y fue adoptada y cumplida:
apoyar incondicionalmente al Ejército Rebelde, con medidas
concretas, como fue la de aportar el 10% del valor de las cosechas y
de la venta de animales y madera para la causa revolucionaria.
Un aporte de
significación especial, decisivo para la lucha guerrillera y su
victoria, se había puesto ya en práctica: la incorporación al
Ejército Rebelde y su apoyo logístico en los territorios donde se
combatía.
Así, bajo condiciones
climáticas adversas, con limitados recursos y hostigados por la
metralla enemiga, los delegados al Primer Congreso Campesino en
Armas escribieron una página decisiva de nuestra historia.
Este 21 de septiembre,
en el mismo escenario de Mayarí Arriba, estarán muchos de ellos. Y
de seguro, en sus memorias se reproducirán muchas escenas de
aquellos días de combate. Las intervenciones de los participantes
cimentando unidad y desbaratando componendas de quienes no estaban
interesados en los cambios. Descubriendo y emprendiendo el camino
verdadero. Y recordarán, sobre todo, las proféticas palabras de
Raúl Castro, proclamando sueños que hoy son realidad.
Desde Soledad de Mayarí
Arriba, los recios luchadores de ayer y sus firmes seguidores de
hoy, tendrán muchas razones para conmemorar con júbilo el
aniversario 45 del Primer Congreso Campesino en Armas. La obra
revolucionaria, para satisfacción de todos, ha superado en mucho el
objetivo que aquel día reunió a tan aguerrido grupo de
combatientes.
Más que Reforma, una
profunda revolución agraria sin antecedentes en el continente que
habitamos. Ni latifundistas ni terratenientes ni desalojos ni abusos
ni crímenes ni campesinos que no sean dueños de sus tierras.
Ni analfabetos ni
hambrientos ni niños sin escuela. Ningún trabajador de la tierra
en Cuba es paria en su propio suelo. El capitalismo es recordado
solo para reafirmar la decisión de que sea un pasado sin regreso.
Por eso este 21 de
septiembre, en el histórico lugar donde ayer se alzaron las voces
rebeldes, serán entonados hoy nuevos himnos de lucha para mantener
y engrandecer la obra conquistada. |