Pablo Neruda: fulgor y muerte

LUIS SUARDÍAZ

Fulgor y Muerte de Joaquín Murieta es una pieza teatral de Pablo Neruda, estrenada en Santiago de Chile el 14 de octubre de 1967, entonces su obra se abría a todas las posibilidades y disfrutaba de lo que su gran amigo de juventud, asesinado por los fascistas, Federico García Lorca, llamara la madurez insigne de su conocimiento. El país parecía encontrar en los cauces de la frágil democracia diseñada por los burgueses una brecha para que el pueblo se manifestara libremente y eligiera un Presidente que no se plegara a los poderosos.

De modo que el autor de Canto General, designado por el Partido Comunista candidato a la presidencia de Chile, se entrega a la campaña popular. Como en su estupenda cueca al guerrillero Manuel Rodríguez, su palabra convoca a los humildes, y de Melipilla a Talagante, de San Fernando a Pomaire, deja a un lado sus angustias que sustentaron los duros diamantes de Residencia en la Tierra y les confía: soy solo/pueblo, puerto escondido, pan oscuro./y cuando me recibes/te recibes a ti mismo, /a ese huésped tantas veces golpeado/y tantas veces renacido.

Se retira para propiciar la candidatura de su amigo Salvador Allende, mas prosigue convocando a millones de seguidores y cuando Allende es elegido Presidente lo designa Embajador en Francia. Desde París defiende el proceso democrático hostigado por la oligarquía y la reacción internacional. En 1973, cuando los enemigos de la democracia han cometido varios asesinatos y son claramente apoyados por el imperialismo, el gran cantor político escribe Incitación al nixonicidio y alabanza de la revolución chilena y continúa trabajando en media docena de nuevos poemarios y en sus memorias.

El golpe militar, el sangriento pinochetazo, y la muerte en su puesto de combate de Allende, agravan sus dolencias. Dicta sus últimas páginas en las que condena a los traidores y fallece en la noche del 23 de septiembre.

En su funeral se trenzan el duelo por la muerte del poeta que es la voz del pueblo y el duelo mayor por la patria ultrajada y es el primer acto de protesta contra el fascismo que durante 17 años asolará al país austral. En valeroso desafío a los soldados de la reacción que, como lo denunciara García Lorca, tienen de plomo las calaveras, sus compatriotas acompañan sus restos alzando consignas en sus voces, cantando himnos de combate y recordando los versos del gran difunto inmortal: Yo no viví con las estatuas rotas/Yo recibí las hondas sacudidas del océano humano/en la mayor miseria de los desmantelados arrabales/metí mi corazón/como una red nocturna/y conozco las lágrimas y el hambre de los niños/pero también conozco el paso/de la organización y la victoria/toqué en el fondo de la germinación incesante de mañana y espero./Yo me bañé en las aguas de un manantial eterno.

 

| Portada  | Nacionales | Internacionales | Deportes | Cultura |
| Cartas | Comentarios | Ciencia y Tecnología | Lapizcopio| Temas |

SubirSubir