La historia los volvió a llevar
allí. Y como entonces, el mismo jefe los guió en nuevo asalto,
pero esta vez con armas más poderosas que las de fuego. La
indestructible fuerza de la verdad y la moral detonó medio siglo
después.
26 de julio de 2003... No solo se
conmemoran 50 años de la gesta que parió la más profunda y
verdadera Revolución que conoce la humanidad.
Se conmemora la fidelidad a las
mismas ideas, que en el centenario del fundador del Partido
Revolucionario Cubano, inspiraron la rebelión en la mañana de la
Santa Ana de aquel Julio de 1953.
Celebramos el cumplimiento del
Programa del Moncada, que como dijera el más martiano de los
cubanos, "se sobrecumplió"; se honra la dignidad y
valentía multiplicada de un pueblo que ha sabido defender su obra,
porque ha sabido beber de su historia y no traicionarla nunca; se
conmemora el haber convertido los sueños en realidades; se recuerda
a quienes no pudieron ver la victoria, aunque la escribieron y hoy
están en cada nuevo triunfo de la Revolución.
Decía el Comandante en Jefe que
parecía increíble estar allí 50 años más tarde, y aclaraba, "no
por los años vividos, sino porque parece que fue ayer".
Y es que no se ha dejado de luchar,
no se ha cesado de defender, ante agresiones militares, económicas,
calumnias de todo tipo, la sangre derramada por Abel, Renato,
Tassende y todos los que cayeron hace cinco décadas.
Justamente ese celo por la soberanía
alcanzada y la lucha por darle al mundo un destino mejor, es la que
hoy hace que Cuba se levante en el más alto pedestal moral del
mundo.
Esa es la fuerza que permite hablar
en el mismo escenario, con el mismo lenguaje y los mismos principios
que llevaban en sus pechos quienes asaltaron el Moncada hace 50
años, ante los intentos por doblegar la Revolución que nació
entonces.
La Cuba del Moncada, con su pesadilla
social de analfabetismo, enfermedades, desamparo social, desempleo,
desalojo, familias campesinas sin tierras y muerte, desapareció
porque se levantó la Cuba de la Ciudad Escolar 26 de Julio con su
potencial educacional, de salud —con niveles superiores a las
grandes potencias—; con su ejército de científicos, de
deportistas; con su magisterio de solidaridad con los más pobres;
de niños y jóvenes con conocimientos tres, cuatro veces superior a
muchos de sus compañeritos y compañeritas de otras latitudes.
Ante tan colosal obra hay mucho
derecho a exigir respeto por nuestra soberanía, a responder frente
a las patrañas de una Comunidad que intenta, por reconciliarse con
los amos del mundo, flagelarnos suspendiendo créditos y ayuda
humanitaria, convertidas en migajas que jamás un pueblo digno
pudiera aceptar.
Ante la memoria de los caídos en el
Moncada y con la experiencia de 50 años de victorias, detonó la
fuerza de la moral y la verdad en la voz invencible del mismo Jefe: "La
soberanía y la dignidad de un pueblo no se discuten con
nadie".