Cada
tercer domingo de julio, en pleno verano, Cuba toda despliega su
homenaje a los niños, pero en otros países no es así.
Como ya es tradicional cada verano,
el Centro Universitario Vladimir Ilich Lenin, con sede en Las Tunas,
a unos 650 kilómetros al este de La Habana, efectuó el Taller
Internacional sobre Desarrollo Comunitario y Rural.
Deseosos de conocer la realidad
cubana, en el evento participaron profesionales de México,
Colombia, y Venezuela, quienes, sin excepción, hablaron del
contraste entre lo que allá dice la prensa y lo que acá vivieron,
en contacto con la población de varias comunidades.
Por celebrarse en Cuba, este 20 de
julio, el Día de los Niños, la AIN publica los testimonios de las
jóvenes mexicanas Ana Elisa Núñez, de la Universidad de
Guadalajara, y Silvia Olivera, educadora popular de niños de la
calle, después de haber sido una más entre ellos.
Ana Elisa:
— Me pintaban una Cuba muy
diferente, muy miserable, con la gente ansiosa de irse a otra parte,
y he descubierto que no es cierto; es más, yo quiero vivir aquí.
— ¿Qué te ha causado mayor
impresión?
—
Ver a unos niños de ocho o nueve que entienden perfectamente su
sistema, lo quieren, están convencidos de que es lo mejor. Y esa es
la principal garantía para la Cuba del mañana. Al contrario, en mi
país, niños y adultos se mueren de hambre, de enfermedades
curables. Hay millones de gente que nunca, nunca, nunca van a tener
acceso a la educación. Si tienes dinero, puedes hacer cuanto
quieras, pero la inmensa mayoría está sin nada. Posees una
libertad relativa, porque hay mucha corrupción, miseria, hambre,
droga, muerte; faltan la seguridad pública y social. Entonces, si
aquello es lo mejor, prefiero quedarme aquí, en lo que allá me
dicen es lo peor.
Silvia:
— ¿Por qué fuiste a vivir en la
calle?
— Procedo de una familia de
arquitectos, con solvencia económica, muy religiosa, portadora de
muchos valores, pero no nos entendíamos, y tomé esa decisión.
— -¿A qué edad?
— A los 14 años".
— ¿Qué tiempo estuviste en esa
situación y cómo lograste salir de ella?
—
Permanecí en la calle unos dos años, al cabo de los cuales me dí
cuenta de que ese no era el camino. Yo tenía una formación
intelectual y moral incompatible con muchas cosas que sucedían
allí. Decidí rehacer mi vida, y me juré no abandonar a mis
"compitas", sino ayudarlos. Por eso contacté con un grupo
que se interesaba en el asunto y comencé a hacer trabajo social, a
superarme en tal sentido. Y ahí estoy, tratando de salvar de aquel
vacío a cuantos pueda, o al menos instruirlos sobre educación
sexual, lo destructivo de las drogas y otros temas".
— ¿Cómo viven y sobreviven esos
menores?
— Como cada uno puede. Algunos
limpian parabrisas, muchos piden limosnas, otros roban, y los más
afortunados van a parar a casas de beneficencia atendidas por grupos
similares al mío, organizaciones no gubernamentales o entidades
estatales. Por lo general conviven en total promiscuidad, aunque
existe un código que impide, por ejemplo, molestar a los miembros
de una pareja bien formalizada. La higiene es pésima, abundan las
enfermedades de trasmisión sexual, el SIDA y la drogadicción, que
los aniquila por completo. Muchos trabajan para poder comprar
drogas, o cambian por estupefacientes el pan o cualquier alimento
que con mil dificultades consiguen.
— ¿Cuáles son las causas por las
cuales, en vez de disminuir, los niños de la calle aumentan cada
día?
—
No es fenómeno exclusivo de México, sino que está presente en
casi todos los países latinoamericanos. En primer lugar, por el
sistema de gobierno: no hay ninguna defensa para los niños, ellos
son los más desprotegidos, el mayor grupo vulnerable. También hay
altos niveles de desempleo, violencia social e intrafamiliar,
prostitución infantil, producción, tráfico y consumo de drogas.
Es un problema muy complejo, sin aparente solución. Aunque, por lo
que he podido ver... Cuba logró resolverlo, ¿no?". (AIN)