Dominando la misma cuerda

ANDRÉS D. ABREU

"¿Acaso podríamos decir que no lo es, o que los tipos que aparecen en sus retratos no lo son? No, ahí estaba el dilema", así escribió Carol Squiers en un texto para un catálogo sobre Robert Mapplethorpe y su obra. Y con esta paradójica frase sobre uno de los más connotados artistas de lo andrógino del cuerpo humano y el eros, bien se puede iniciar una reflexión sobre la intencionalidad de Rocío García y el arte que ha llevado esta pintora cubana a la Galería Habana.

Cuatro años atrás con Hombres. Machos. Marineros, y ahora, con los lienzos de El Domador y otros cuentos, Rocío se reafirma dentro de lo visual cubano como constante indagadora de un tipo de erotismo al que ha de observarse sigilosamente desde un afilado resquicio. Un prisma creativo incidente en determinado comportamiento humano aún en los márgenes.

A estos tiempos pertenece la reafirmación manifiesta de los acerados dominios pictóricos de Rocío, resueltos además desde una estable coherencia con el tan clásico dilema entre el decir y el hacer lo dicho, pues la artista, en absoluto respeto y consciente irreverencia a su seria formación académica, asume el mordaz tema desde una postura plástica personal e iconoclasta, muy necesaria para enunciar y sobrepasar las posibles rémoras a su discurso.

Escasos colores con remarcados matices y cinematográficas perspectivas instauran la ambivalencia desde la propia arquitectura (entre la bi y la tridimensión) de los claustros sobre los cuales se edifica el tratamiento escénico de esta paródica representación. Luces que determinan el dramatismo y los conflictos entre las figuras humanas habitantes de esos mundos interiores, seres a los que añade sopesadas dosis de bestiario e inocencia, más una iconografía estandarizada en su representación más fetichista.

En contraposición a esa ironía visual afloran las corrientes sumergidas de la narración psicológica más profunda que persiguen sus cuadros, especialmente en esta última serie expuesta en la Galería Habana.

Obras como El jefe, El barman, El violador y Blue Valentine pudieran clasificar como extrasíntesis de buenos relatos de suspenso, mientras que Canival, La modelo, y La fiera sugieren historias mucho más introspectivas.

Aunque menos explícitamente literarias, Pelotón y El Domador consiguen ser, en la superioridad de su impacto pictórico, excelentes portadas para sus posibles historietas, y en ellas se resume la incidencia del presente en la prolongación de los cuentos de Rocío, quien con esta exposición de tipos sexuales que narran sus dilemas ha vuelto a la Galería Habana, afrontando el riesgo de atravesar los dominios de una misma cuerda.

 

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