Tensiones pictóricas
de Julia Valdés
Virginia
Alberdi Benítez
A
partir de mañana, los visitantes a la Galería La Acacia, en esta
capital, podrán entrar en contacto con la obra pictórica de una
artista que sin mucho ruido ha sabido ganarse un espacio entre las
expresiones abstractas de mayor valor en la escena plástica
nacional: la santiaguera Julia Valdés.
El reverso del
paisaje servirá para tomarle el pulso a una creación que
estalla en la plenitud de una madurez. Desde que en 1972 exhibió
por primera vez en muestras colectivas en su ciudad natal —y
parecía, entonces, que iba a alternar la confección de vitrales
con la dinamitación de las formas paisajísticas convencionales—
se hizo apreciar por la búsqueda pertinaz de un lenguaje propio.
Su filiación por la
abstracción no es casual. Más que historias, Julia prefiere
profundizar en el sentido más íntimo del gesto pictórico:
potenciar las tensiones entre la bidimensionalidad de las
superficies de los cuadros y la percepción tridimensional de la
realidad que posee el ser humano. Por momentos ha rozado la
estética del expresionismo abstracto, pero siempre ha hecho
triunfar la abstracción como alfa y omega de su sensibilidad
creadora. Y lo ha hecho cada vez más desde una perspectiva sobria,
formalmente cuidada, cromáticamente contenida, donde el arte de
sugerir se impone al de convencer, con lo que hace participar
gozosamente al espectador de sus cuadros.
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