El más grande trovador cubano

El Gran Faraón de Cuba llamó Federico García Lorca a Sindo Garay, creador de obras emblemáticas como La Bayamesa, Perla marina y La tarde. Murió hace hoy 35 años

IRAIDA CALZADILLA RODRÍGUEZ

El hombre pequeñito, de blanca guayabera, sombrero de pajilla y bastón finísimo de cedro, le ganó una buena partida al tiempo y cumplió 101 años. Ese fue Sindo Garay, de nombrarlo, a la memoria llegan cálidos recuerdos de abuelas y abuelos ceñidos en melodías de siempre: La Bayamesa, Perla marina y La tarde.

Nació el más grande trovador en Santiago de Cuba, murió en La Habana el 17 de julio de 1968, y fue sepultado en Bayamo, como había pedido muchos años atrás.

El Gran Faraón de Cuba, como le llamó Federico García Lorca, creó complejas canciones en textos y melodías, y nos legó cerca de 700 números insertos en el calidoscopio de la música cubana. En su testamento lírico, Sindo Garay apuntó: "Lo único que dejo a mi Patria son mis canciones".

La Patria era para Sindo compromiso y sentido deber. De niño, fue correo mambí y durante la Guerra de Independencia cruzó a nado la bahía santiaguera numerosas veces. Una vez dijo: "Los cubanos éramos mambises desde que nacíamos".

Aquel hombre, máximo exponente de la canción trovadoresca, comentaba con orgullo haber dado la mano a José Martí en 1895, cuando llegó como emigrado a República Dominicana. La de Fidel Castro la estrechó, cuando ya había cumplido los 94.

Quien había compuesto durante nueve décadas y es un mito de la cultura nacional, sencillamente confesó también: "Primero hay que hacer Patria, para luego hacer música".

Los cubanos le teníamos como si fuera a durar siempre, acostumbrada su gente a aquella figura menuda y pequeñita, ya centenaria. Pero definitivamente partió hace hoy 35 años, con todos los honores, con todas las nostalgias, quien atesoró una larga vida de bohemio empedernido, de cantor de pueblo, de defensor de la autenticidad nacional.

Nos legó una impresionante obra que se inició con Quiéreme, trigueña, dedicada a la mulata guantanamera María Mestre, cuando apenas era un adolescente. Inserto en el pentagrama musical quedaron esas eternas canciones que alguna que otra vez, justo es confesarlo, nos llenaron de melancolías.

Carismática e interesante personalidad tuvo el santiaguero Gumersindo Garay García, nombre que se va en los vericuetos del tiempo para solo quedar un sencillo, Sindo.

Fue el bohemio por antonomasia, pero también, clown de un circo ecuestre, iletrado que aprendió a leer descifrando rótulos de bodegas y cafés en su ciudad natal, defensor de lo criollo y acérrimo enemigo de almanaques y relojes.

Cuando bautizó a su hijo Guarioné, el cura se escandalizó con el nombre, y el cubano de pasión siboneyista le contestó que venía del "martirologio indígena".

Una vez confesó que si hubiera obedecido a su verdadera vocación, habría sido pintor o agricultor. Sin embargo, para aquel viejo patriarca, Sindo Garay, el mayor orgullo de su vida fue ser cubano.

 

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