Margarita... ¡a tiro limpio!
ALFONSO NACIANCENO
Para
poner la bala donde ponen el ojo, los tiradores deben dormir bien y
estar sedados. Esa pudiera ser la regla. Al conocer a Margarita
Tarradel tropecé con su excepción.
A los 40 años de edad,
entre pistolas desde los 13, esta risueña santiaguera es una
competidora sui géneris. "Me gusta trabajar nerviosa, eso ayuda a
concentrarme en cada salida al polígono y aleja cualquier temor.
Duermo poco, cuando descanso más de lo acostumbrado despierto mal.
En cambio, tengo una compañera, Lilia María Pérez, que se queda
rendida hasta encima de unos arrecifes".
Casi siempre en la vida
de las estrellas existe un amigo, un familiar o un vecino, como
Francisco Cordobés, que cuando era pequeña la indujo al mundo del
deporte. Margarita, en su natal barrio de Santa María, conoció el
tiro deportivo y de su mano caminó desde la EIDE hasta el elenco
nacional.
¿Su primer evento
internacional? El torneo Benito Juárez, en México, 1982. ¿El
botín? "Solo gané experiencia. Meses después obtuve bronce en
pistola deportiva y oro por equipos, en los Centroamericanos y del
Caribe de La Habana".
La carrera de la
Tarradel se interrumpió por cuatro años. "Me casé y erróneamente
accedí al deseo de mi esposo de que dejara el deporte". Como
historia antigua quedó solo en el recuerdo, pues en 1986 retornó a
la selección cubana.
Debutó en Juegos
Panamericanos en La Habana'91 con medallas de oro en pistola
deportiva, individual y por equipos. En Mar del Plata'95 cosechó
dos plateadas y en Winnipeg'99 accedió al bronce en pistola de
aire. Ahora cumple sus últimos días de adiestramiento para ir por
cuarta ocasión consecutiva a una cita continental.
Para Margarita el tiro
no tiene edad. "Mira, yo a los 40 estoy como el primer día y
conozco a competidoras de diferentes países, muy cercanas a los 50,
que dan en el blanco".
¿El secreto de la
longevidad? "Me gusta entrenar, no voy al polígono a perder el
tiempo. Y te digo que durante la preparación y en las competencias
soy dependiente del entrenador, prefiero sentirlo cerca, escuchar
sus instrucciones cuando entro en acción".
En casa de Margarita el
deporte es parte de la familia. Su esposo, Servando Puldón,
también practica esta disciplina (skeet, en particular) y junto a
su hijo de ocho años componen un núcleo donde todas las cosas
quedan entre ellos tres. O casi todas...
"Mi
madre, que vive en Santiago de Cuba, cuando lo necesito tiende una
mano en el cuidado del niño y así me facilita el tiempo para
asistir a los entrenamientos e integrar el equipo Cuba a cualquier
torneo. Ella nunca falla, a la distancia siempre está cerca." |