Evocación de Juan
Ramón en el hotel de los poetas
Iraida
Calzadilla Rodríguez
El hotel cubano de los
poetas en el siglo XX llamó Cintio Vitier al Victoria, en la
intersección de 19 y M, instalación pequeña, reservada, expuesta
desde hace ayer 75 años a los vientos con olor a mar que le vienen
desde el Malecón habanero. Ese fue el sitio justo que eligieron
Juan Ramón Jiménez, el español inmortal de Platero y yo, y
Zenobia Camprubí, a quien los hispanos agradecemos eternamente la
traducción del poeta hindú Rabindranath Tagore, como residencia
cubana desde noviembre de 1936 hasta enero de 1939.
Este último fin de
semana el hotel celebró su aniversario y recordó a sus más
ilustres huéspedes. A esa cita de nostalgias y nuevos propósitos
estuvieron especialmente invitados Cintio, Fina García y Serafina
Núñez, un trío selecto que gustó evocar aquel "maravilloso
exilio español", por tantas figuras que trajo a Cuba.
Diario poético,
Coloquio con José Lezama Lima, evocaciones y homenajes a poetas
cubanos y escritos sobre Ballagas y Serafina, dijo Cintio, fueron de
las muchas páginas de Juan Ramón nacidas en una de las
habitaciones del hotel. "A él yo debo el más alto honor de mi
vida, pues con 15 años me recibió en el piso más alto, donde
antes estaba el restaurante, para leerle un poema. Zenobia era muy
sensible a la belleza y a la naturaleza cubanas, y no entendía su
placer de hablar con los huéspedes. Los dos tenían pasión por la
música".
Fina también fue de
viaje a los recuerdos. Tenía solo 13 años cuando vio por primera
vez al poeta que más tarde sería Premio Nobel de Literatura. Al
tiempo, dice, lo que más impresionaba en él era la autoridad, "uno
sentía que sabía. Juan Ramón era un maestro al dar a sus palabras
el contraste del color y del sonido".
La poetisa no quiere
excederse, pero una anécdota le lleva a otra, y de vez en cuando
consulta o reafirma con Serafina, sentada a su lado, tan frágil.
Fina comenta que Juan Ramón era un compendio de poesía universal,
porque en la suya había muchas influencias. Y era muy exigente: "Le
molestaba cualquier imprecisión de la palabra, y decía que le
hubiera gustado escribir como hablaba su madre".
Serafina, cuando ya
todos creíamos que permanecería callada toda la velada, pidió un
micrófono que sepultó su voz en los primeros intentos. Pero hubo
tiempo para escucharle comentar que quizás no hubiera sido poetisa
sin el aliento de Juan Ramón cuando le afirmó: "Usted es poeta".
Los trabajadores del
Victoria —que nació como Vedado y por las buenas economías dio
paso a esa otra instalación de referencia en la ciudad—, lograron
un homenaje de excelencia. Es el sello de Gran Caribe, la cadena
hotelera madre que apuesta por turismo y cultura como binomio
sostenible.
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