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 Mar de pueblo en la
            Quinta Avenida ORFILIO PELÁEZ  La
            Quinta Avenida volvió a revivir los días gloriosos de mayo de
            1980, cuando ayer más de un cuarto de millón de habaneros, en
            representación de toda Cuba, desfilaron en Marcha del Pueblo
            Combatiente frente a la Embajada de Italia, para repudiar y condenar
            la actitud servil de la Unión Europea, de sumarse a la política
            hostil de Estados Unidos contra nuestro país.
 Encabezada por el
            General de Ejército Raúl Castro Ruz, Segundo Secretario del
            Comité Central del Partido y Ministro de las FAR, y los Comandantes
            de la Revolución Juan Almeida Bosque, Ramiro Valdés Menéndez y
            Guillermo García Frías, la compacta manifestación avanzó desde
            la calle 78 hasta la 4, donde radica la sede diplomática de esa
            nación del Viejo Continente, cuyo actual Gobierno clasifica entre
            los más sumisos a Washington. Hasta al más acérrimo
            enemigo de la Revolución le hubiera bastado mirar ese verdadero
            río humano, que colmó por espacio de más de dos horas ambos lados
            de la principal avenida, para entender que en Cuba no habrá
            negociación ni retroceso posibles, y mucho menos claudicación,
            porque como bien se ha dicho, jamás un pueblo tuvo tantas cosas
            sagradas que defender.  Por
            allí pasaron trabajadores, miembros de la Asociación de
            Combatientes de la Revolución Cubana, federadas, cederistas,
            estudiantes, científicos, campesinos, intelectuales, jubilados,
            maestros y artistas de cuatro municipios capitalinos y de los 19 de
            la provincia de La Habana.
 Todos juntos en un
            clamor de dignidad y firmeza, de unidad sin límites, adornado por
            himnos de amor y esperanza por un futuro mejor. Jornada de contienda
            por preservar las esencias intocables. Nuestros ciudadanos
            saben diferenciar muy bien a los gobiernos de sus pueblos. Así no
            resultaron nada extraños los vivas y carteles alusivos a la amistad
            entre cubanos e italianos, mientras otras pancartas le recordaban al
            señor primer ministro Silvio Berlusconi, corrupto sobornador de
            jueces y mafioso de cuello blanco, que "no estamos en tiempos
            de Julio César, Nerón y de Mussolini".  En
            la azotea de la Embajada asoman cámaras de video y foto. Quién
            puede con esto, quizás se pregunten los funcionarios allí reunidos
            desconcertados ante la impresionante multitud.
 Como bien expresa una
            artemiseña entrada en años, la perseverancia de los cubanos nos
            viene de esa tozuda impronta de no aceptar órdenes ajenas, de la
            necesidad de vivir sin dueños ni cadenas. A nuestro lado, un
            colega de la prensa italiana no vacila en calificar a la marcha de
            fantástica, pues según sus propias palabras, se ha sido firme y
            apasionado en la defensa de la soberanía del país, pero con mucho
            orden y disciplina.  Entonces,
            allá la Unión Europea con sus traiciones y componendas de todo
            tipo con los poderosos vecinos del Norte. A pocas horas de celebrar
            nuevos aniversarios de los natalicios de Maceo y del Che, Cuba dice
            Sí otra vez por la Revolución y el Socialismo.
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