"Nos queremos como desde la misma raíz. Juntos vivimos en
la desnudez de las cárceles, la poquedad que suele afear a los
favorecidos de la vida, la grandeza que crece inculta, como con
menos obstáculo, en la gente infeliz, y la sublimidad envidiable de
la muerte por la redención del hombre y la independencia de la
Patria. Y juntos, probablemente moriremos en el combate necesario
por la conquista de la libertad, o en la pelea que con los justos y
desdichados del mundo se ha de mantener contra los soberbios para
asegurarla".
Así dijo José Martí al referirse a Fermín Valdés Domínguez,
su hermano del alma, en el discurso del 24 de febrero de 1894, en
Nueva York. Y fue tan grande, comprometida y para siempre la amistad
entre ambos, que suele opacarse la personalidad de Valdés por la
brillantez y altura del Maestro.
Pero a Valdés Domínguez habrá que acercársele con más
hondura e indagar en su entrega a la causa, que no quedó en
llamados y sueltos de periódicos. A la manigua llegó con doble
misión: la de médico y la de soldado, y debió ser elevada su
bravura, pues alcanzó el grado de coronel y se desempeñó como
Jefe de Sanidad del Primer Cuerpo, comandado por el general José
Maceo, y como miembro del Estado Mayor del General en Jefe Máximo
Gómez.
El 13 de junio de 1910 murió Fermín Valdés Domínguez, cubano
fiel a sus principios que, después de la guerra, trabajó como
modesto médico. Y una página noble de su vida también debe
recordarse hoy. Entre los 32 estudiantes de Medicina sentenciados a
presidio, trabajos forzosos o a fusilamiento por los sucesos del 27
de noviembre de 1871 estuvo; y después, desde el destierro
español, inició la defensa de aquellos jóvenes asesinados por el
gobierno de la Isla.
De regreso a la Patria, impulsó una colecta popular que recaudó
30 000 pesos oro español y, con la suma, pudo edificarse el
mausoleo a los estudiantes, en el Cementerio de Colón. Al fallecer,
sus restos fueron depositados junto a quienes defendió
incansablemente. Reposaba así un hombre fiel a su ideario, de una
verticalidad política sin concesiones, y hecho de una honradez
personal a toda prueba.