
El
14 de junio ha adquirido una connotación especial para los cubanos.
Ese día, con 83 primaveras de diferencia, nacieron el Mayor General
Antonio Maceo, en 1845, y el Comandante Ernesto Guevara, en 1928.
Uno, en Santiago de Cuba, hace 158 años; el otro, en la ciudad
argentina de Rosario, 75 años atrás.
No es la fecha, sin embargo, quien
los identifica y hermana en la historia. Las enormes similitudes
entre ambos se relacionan con aspectos esenciales, aunque no deja de
llamar la atención que están presentes en dos figuras con rasgos
tan diferentes como son la distancia en el tiempo y en los lugares
de nacimiento, profesiones, orígenes y procedencias sociales.
Demostración sobrada entonces de
que, por encima de nacionalidades, razas y otros aspectos, devienen
los sentimientos, principios ético-morales y las ideas políticas,
los factores determinantes en el quehacer y la conducta de los seres
humanos.
Sin poseer formación académica, en
el terreno de las armas sobresalieron como jefes y cuyas hazañas
combativas fueron realizadas al frente de ejércitos irregulares de
origen popular, contra fuerzas profesionales muy superiores en
efectivos y en la calidad del armamento. La conducción de sus
tropas en las acciones bélicas y especialmente en las invasiones a
Occidente, enriquecieron la historia y el arte militar cubanos.
Pero es en el plano de las ideas
donde el parecido conduce al asombro. Ellos personifican valores
trascendentes del proceso revolucionario de la Isla y son recordados
como expresiones concretas de valor, patriotismo, intransigencia
revolucionaria, desinterés, internacionalismo y solidaridad humana.
No fueron figuras pasivas de la
evolución y el desarrollo histórico, sino factores vitales,
generadores y activos en función de luchas y objetivos sociales y
políticos de profunda raíz popular, con las que se comprometieron
y en las que consciente y decisivamente influyeron.
Actuaron en escenarios y momentos
distintos, mas su comportamiento ético y moral ante problemas
comunes como la opresión, la injusticia y la falta de libertad
hacen que estén indisolublemente unidos.
Maceo y Che tienen también
significativas coincidencias en el enjuiciamiento de Estados Unidos
como enemigo histórico de la independencia de la mayor de las
Antillas.
Desde luego que el Titán de Bronce,
por razones de época, no pudo penetrar en las entrañas del
imperialismo, pero su agudo olfato político y su experiencia
revolucionaria le permitieron ver que la poderosa nación constituía
un peligro real para Cuba, de ahí su firme rechazo a toda
intervención norteamericana en los asuntos internos del país.
El pensamiento del Che, por su parte,
expresa la prolongación, en otro momento histórico, de la voluntad
de independencia absoluta y de la intransigencia revolucionaria de
Maceo. Esa continuidad se materializa cuando el Héroe de Santa
Clara ha calado hondo en el fenómeno imperialista y lo identifica
como el enemigo del género humano.
Por todo ello, la huella profunda e
imborrable que dejaron en el corazón y en los sentimientos del
pueblo son hoy inspiración, aliento y luz, para enfrentar los
grandes retos que significan edificar una sociedad nueva, con
hombres nuevos, en medio de la escalada agresiva del imperio y
cuando los tambores de la guerra, con clara entonación
nazi-fascista, quieren quebrar el espíritu de independencia y
libertad de los cubanos.
En esa batalla ideológica Maceo y
Che, por derecho propio, ocupan un lugar en la vanguardia, crecida y
constantemente renovada. (AIN)