En espera del final

La Super es necesaria

SIGFREDO BARROS

Mientras Centrales y Occidentales permanecen acuartelados en Sancti Spíritus —en espera de dilucidar el partido decisivo de la II Super Liga de Béisbol, reprogramado para hoy, a las 9:00 p.m.—, a nuestros oídos llegan clamores de que el torneo debe desaparecer, que es innecesario, que todo se resuelve con una preselección (grande o pequeña, en esto no existe consenso) y, por consiguiente, estamos jugando pelota de más.

Respeto todos los criterios. Pero tengo derecho a expresar el mío: NO estoy de acuerdo con los que así piensan. Estoy consciente de que la Super no es un espectáculo, no lo será nunca, pues nada puede superar en expectación y atractivo a la Serie Nacional, nuestras Grandes Ligas, por llamarlas de alguna forma.

Foto: JOSÉ LUIS ANAYATampoco estoy de acuerdo en variar la estructura de la Serie Nacional o en añadirle más juegos. Ya la hemos cambiado en innumerables ocasiones, a saber: de 27 juegos a 30, 38, 39, 65, 99 durante dos temporadas (7ma. y 8va. Series), 66 partidos en tres ocasiones, 78 durante dos campañas, luego retrocedimos a 39 durante tres años para efectuar una Selectiva mayor (restándole así importancia a la Serie que representaba a todas las provincias del país), después vinieron seis torneos de 51 juegos antes de efectuar tres de 75 para —¡nuevamente!—, dar un paso atrás y reducirla a 48 partidos (una verdadera barbaridad que duró seis años); 65 juegos se efectuaron durante 5 años y, ¡finalmente!, adoptamos la actual estructura de 90 desafíos y tres play off a partir de la XXXVII Serie, fórmula que se ha mantenido durante los últimos seis años. La cantidad de equipos igualmente sufrió innumerables transformaciones, desde 4, 6, 12, 14, 18 a través de 15 años y, por último, 16 conjuntos desde la XXXII Serie, es decir, 11 años. Otro cambio a estas alturas sería desastroso.

La pregunta que habrían de hacerse muchos es la siguiente: ¿qué hacer a la terminación de la Serie Nacional, finales de abril o principios de mayo? ¿Cómo conseguir mantener jugando a nuestros peloteros si hoy en día desaparecieron los topes frente a norteamericanos y japoneses? ¿Entrenar durante tres meses, sin jugar, para después enfrentarnos a jugadores profesionales, cuyas ligas de menor nivel no juegan menos de 135-140 partidos al año? ¿Una preselección pequeña... para entrenar cómo? ¿Una grande... para entrenar dónde?

Solo un ejemplo bastaría: los peloteros que representarán a Estados Unidos en el torneo más fuerte del año, el Preolímpico de Panamá, enfrentan en estos momentos un calendario en sus ligas Triple A de 154 choques. Terminarán a fines de septiembre, descansarán unos días y luego entrenarán antes de salir hacia el istmo el 30 de octubre.

La Super Liga no es lo ideal. Pero es una solución. Se juega y se entrena al mismo tiempo. Nada más podemos hacer en estas circunstancias. O, al menos, así lo veo yo. ¿Tiene usted una mejor opción?

 

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