Cubano a carta cabal

Jorge Agostini Villasana cayó abatido por una delación mientras participaba en la lucha insurreccional. Como esgrimista mereció medallas en certámenes del área como los de El Salvador, Barranquilla, Guatemala y Buenos Aires

IRAIDA CALZADILLA RODRÍGUEZ

Era el 9 de junio de 1955 y los esbirros batistianos oteaban las cuatro calles del Vedado por donde un delator dijo que entraría Jorge Agostini Villasana. El despliegue militar era evidente para la población. De pronto, de un carro bajó aquel hombre que iba a una de las tantas citas en la lucha insurreccional.

Enseguida lo apresaron e, inmediatamente, con la culata de la ametralladora le golpearon, dura y de una vez, en la nuca. El excomandante de la Marina y revolucionario activo en la clandestinidad, cayó al suelo y al momento una lluvia de ametralladora le cegó la vida. Luego, como quien teme a los muertos luminosos, el asesino le disparó dos tiros de gracia a la cabeza.

Jorge Agostini Villasana fue un cubano consecuente con sus ideales. Marino de profesión, no dudó en 1937 en enrolarse en el contingente que integró las Brigadas Internacionales durante la Guerra Civil Española. En aquellos días aciagos se destacó por su valentía y recibió varios grados militares.

Anidado en la memoria del pueblo como héroe de los años nefastos que precedieron el triunfo de la Revolución, se recuerda menos su encomiable vida deportiva, en la que como esgrimista mereció medallas, fundamentalmente en certámenes del área como los de El Salvador, Barranquilla, Guatemala y Buenos Aires.

Un ejemplo de estas citas deportivas fueron los Juegos Centroamericanos de 1954, un año antes de ser asesinado, donde el equipo cubano de espada clasificó en el primer lugar.

 

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