Declaración del MINREX sobre las mentiras de la oposición golpista de Venezuela
Con enfermiza obsesión
ciertos medios de prensa venezolanos, confabulados abiertamente por
el imperialismo y sus lacayunos servidores, suman frecuentemente a
su cotidiano quehacer contrarrevolucionario, sus campañas contra
las relaciones entre Venezuela y Cuba.
Ya casi se asumen como
algo normal sus groseras mentiras y calumnias alrededor de
cualesquiera asuntos por nobles y desinteresados que estos resulten
a los ojos y oídos de un observador medianamente imparcial.
En algunos, sin embargo,
son recurrentes como es el caso del contrato petrolero vigente entre
la Unión Cuba-Petróleo (CUPET) y PDVSA Petróleo y Gas, S.A,, de
Venezuela que, como parte del Convenio Integral de Cooperación
suscrito entre nuestras naciones y firmado por sus mandatarios el 30
de octubre del 2000, estableció los términos y condiciones
contractuales de compraventa de petróleo y sus derivados para el
suministro hasta por un total de 53 000 barriles diarios durante 5
años.
Hace dos días, el
pasado 5 de junio, el periódico El Nacional, uno de los medios de
prensa más recurrentes en tales "ejercicios" difamatorios al
servicio de sabemos cuáles oscuros intereses, publicó con todo
despliegue un extenso e infame artículo sobre el acuerdo petrolero
cubano-venezolano.
La nueva —¿o la
misma?— pérfida campaña dirigida a suspender el envío del
petróleo conveniado a Cuba y a desacreditar a nuestro país y
cooperar con el imperialismo en sus propósitos de agredir a nuestra
Patria. Ello nos obliga, una vez más, a exponer ante la opinión
pública nuestra posición.
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Los términos y
condiciones fijados a Cuba en el tan aludido contrato de compra
venta, son iguales o menos ventajosos que los pactados para el
resto de los países de América Central y el Caribe, también
beneficiarios del Convenio de Caracas.
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Los embarques
comenzaron en diciembre del 2000 y se ejecutaron sin
interrupción hasta el 11 de abril del 2002, fecha del frustrado
golpe fascista.
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Hasta esa fecha, de
acuerdo con lo pactado, se pagaron en efectivo y a precios del
mercado mundial, 439,7 millones de dólares.
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La suspensión de
los suministros en abril fue exclusivamente una responsabilidad
de los sectores golpistas, de los que formó parte un grupo de
la gerencia de PDVSA, pues de los cuatro barcos destinados a
transportar combustibles para Cuba el 11 de abril del 2002, y
tres de ellos listos para zarpar desde el día 9, solo uno pudo
salir en la mañana del 11, los otros dos, cuyas cargas ya eran
propiedad de la empresa cubana CUPET, fueron vendidos a terceros
por decisión unilateral de los gerentes que ese día —sumados
a los golpistas— actuaban como dueños de PDVSA; el cuarto
nunca fue cargado.
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En esta situación a
Cuba no le quedó otra alternativa que salir de inmediato a
comprar el petróleo y los derivados que el país requería, a
través de intermediarios y a precios muy superiores agravados
por la urgencia y los altos costos de los fletes impuestos por
la distancia (algunos cargamentos solo pudieron ser contratados
en Europa y Asia) e, incluso, hubo embarques que no se pudieron
traer por falta de barcos debido a las conocidas limitaciones
que impone el bloqueo de los Estados Unidos a las embarcaciones
que tocan puertos cubanos.
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Como consecuencia de
esta interrupción en el abastecimiento del crudo venezolano,
fue necesario paralizar la refinería de Santiago de Cuba, la
segunda en importancia del país, desde abril hasta septiembre
del 2002, provocando la importación adicional de derivados con
gastos superiores, recurrir a las reservas de la nación
previstas para situaciones excepcionales e imponer severas
restricciones al consumo interno.
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La erogación extra
en divisas convertibles por este solo concepto fue de cerca de
100 millones de dólares, sin contar las afectaciones que ello
representó a la economía y la población.
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En julio del pasado
año se llegó a un acuerdo de renegociación con PDVSA, con
vistas a reanudar los embarques en agosto (en realidad se
materializó en septiembre), el cual incluyó el pago injusto de
13 millones de dólares bajo el concepto de mora, impuesto a
Cuba por los gerentes golpistas, que nuestro país aceptó
adoptando una posición de máxima comprensión a las
dificultades del Gobierno bolivariano de Venezuela, a pesar de
que la responsabilidad en la demora de esos pagos no
correspondió en absoluto a la parte cubana.
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En el período
septiembre-noviembre del 2002 se recibieron normalmente los
suministros de petróleo, ejecutándose pagos por 96,4 millones
de dólares, monto exacto que Cuba se comprometió a abonar en
ese lapso, lo cual se produjo sin un solo minuto de atraso en
ninguno de los plazos comprometidos.
Pongamos un ejemplo para
ilustrar la situación a la que se vio obligado el país:
El 28 de abril del 2002
fue imperativo comprar el buque-tanque Four Six con 415 225 barriles
de crudo a la firma Trasfigura por 11 653 981 dólares. De haber
recibido un cargamento similar por el convenio venezolano su precio
hubiera sido de 8 809 414, es decir, por la misma cantidad de
petróleo pagamos 24,4% más (2 844 567 dólares más en un solo
barco). Menos de un mes después, el 12 de mayo, por una operación
similar con la misma firma y el mismo tanquero adquirimos 449 449
barriles a un precio de 13 071 475 dólares; de no estar
interrumpidos los envíos pactados con PDVSA, su valor hubiera
ascendido a
9 925 182, o sea que nos representó una erogación extra por 3 146
292 dólares, equivalente a un 24% superior, también en un solo
barco. Y téngase en cuenta que esta situación se prolongó por
varios meses.
A poco o nada de esta
historia se refieren El Nacional y otros libelos de la
contrarrevolución venezolana ni sus análogos de la mafia
anticubana de Miami, que, como es lógico suponer, los secundan en
estas patrañas cada vez que les falta "materia prima" para sus
mentiras.
Como tampoco a la nueva
afectación en el suministro del crudo venezolano que tuvo lugar con
posterioridad, informada por nuestro Ministerio de Relaciones
Exteriores en su nota del 9 de enero pasado: El 2 de diciembre,
apenas 3 meses después de restablecidos y en medio de nuevos
intentos golpistas, se interrumpieron de nuevo los embarques
contemplados en el Acuerdo de Caracas, con consecuencias similares a
las ocurridas en el período abril-agosto: se paralizó la
refinería de Santiago de Cuba y el país se vio obligado a acudir a
intermediarios, a pagar altos costos, etc., en momentos en que la
reducción de la producción en PDVSA y el entonces inminente
peligro de la guerra injusta e innecesaria que Estados Unidos más
tarde desataría contra Iraq, ocasionaron un exorbitante incremento
de los precios del petróleo en el mercado mundial —ya por esa
época elevados— y falta física de productos en el área del
Caribe.
A río revuelto,
ganancia de pescadores, reza el refrán popular, y los especuladores
ganaron terreno llegando hasta subastar embarques de combustibles
para entregarlos al mejor postor y aumentar así sus ganancias.
Baste otro hecho que
ejemplifica esas consecuencias para Cuba:
La no existencia del
producto en áreas cercanas nos obligó a adquirir 100 mil toneladas
de diésel en el Lejano Oriente, cuya transportación a Cuba tomó
cerca de mes y medio.
Para la reanudación de
los embarques, luego de la paralización y el sabotaje de la
industria petrolera venezolana, hubo que esperar a la primera decena
de enero de este año, es decir que, durante más de un mes, Cuba no
recibió un solo barril de petróleo del millón y medio de barriles
que debió recibir en ese lapso de acuerdo con el contrato vigente.
Los incumplimientos de PDVSA nos ocasionaron daños económicos por
cientos de millones de dólares de abril del 2002 a la fecha.
Solo los países
importadores de petróleo, por cierto, la inmensa mayoría, son
capaces de entender el perjuicio económico que entraña la
paralización de embarques conveniados y la necesidad de, con
escasos recursos, salir a pactarlos con urgencia a merced de
intermediarios. Sin embargo, ninguno quizás esté obligado a
hacerlo de forma tan desventajosa como en el caso de Cuba que, a las
dificultades financieras derivadas de la crisis económica mundial,
comunes a cualesquiera otras naciones, además de enfrentar más de
40 años del férreo y criminal bloqueo norteamericano, debió
agregar en esta oportunidad las consecuencias derivadas de las
cuantiosas afectaciones de tres huracanes que por sí solas
produjeron pérdidas superiores a los 2 500 millones de dólares.
Claro está, tampoco de
esto se leyó una línea en un periódico, ni se le dedicó un
minuto en un espacio televisivo en los medios de prensa venezolanos
al servicio de los golpistas y de sus amos. ¿Qué podía esperarse
cuando el imperio ordena y manda? Para ellos la prioridad
informativa es denigrar a Cuba a como dé lugar porque con ello
aspiran a confundir al pueblo venezolano y, sobre todo, mancillar la
ejecutoria del Presidente Chávez con infames argumentos como el de "regalar
o causar lesiones al patrimonio público", por la venta de petróleo
a Cuba, o los publicados ayer por El Nacional, en boca de ese
deleznable personajillo que no amerita ni nombrar.
Pero, ¿qué se puede
esperar de esta "prensa independiente y defensora de la democracia"
que incitó desde sus espacios a derrocar a un Presidente
constitucional en abril pasado y secundó los llamados al paro con
que neo-golpistas empresariales y sindicales pretendieron hundir
económicamente el país con la paralización de su principal fuente
de ingresos?
¿Qué esperar de unos
medios de prensa que ni por asomo hacen un señalamiento a gerentes
y otras autoridades de PDVSA, a quienes no importó causar pérdidas
por más de 10 mil millones a su propio país con su sabotaje
petrolero, sin valorar otras afectaciones como la de perder mercados
conquistados, aspecto clave en la eficiencia de cualquier empresa? Y
ESO SÍ ES, en letras bien mayúsculas, perjudicar los intereses
nacionales. ¿O que, incluso, hagan somera referencia a las
pérdidas multimillonarias que tales acciones, verdaderamente
dirigidas al corazón del patrimonio nacional venezolano,
ocasionaron a naciones de Centroamérica y el Caribe al incumplirles
también compromisos de suministro de combustible?
¿Se puede esperar que
hablen de los cientos de millones de dólares pagados por Cuba a
PDVSA? ¿O de los inconmensurables esfuerzos y sacrificios que le
representa al país el cumplimiento centavo a centavo de sus
compromisos? ¿O que reconozcan que convenios como el de Caracas
constituyan una práctica del comercio internacional?
¿Que mencionen siquiera
que el Convenio Integral de Cooperación con Cuba no abarca solo la
compraventa de petróleo ni es en una sola dirección?
Irritan las aviesas
acusaciones que tejen contra Cuba la prensa servil y algunas
marionetas alineadas al fascismo indigno y repugnante que nada
tienen que ver con los intereses del pueblo venezolano, y duelen,
por encima de todo, porque tales ataques van dirigidos al Presidente
Chávez de quien nuestro país solo ha recibido pruebas de nobleza,
amistad y solidaridad.
PDVSA no ha dejado de
reclamar los pagos pendientes a la empresa cubana CUPET, como le
corresponde, y analizando los perjuicios causados a nuestro país
derivados del golpe fascista de abril del 2002 y del paro igualmente
fascista de diciembre último, renegoció los adeudos, llegándose a
nuevos acuerdos que han posibilitado reanudar los pagos
comprometidos.
Una vez más Cuba
reitera que honrará sus obligaciones con PDVSA, que pagará hasta
el último centavo. Para nuestro país este compromiso reviste la
más absoluta prioridad.
Por su alto concepto del
honor la actitud de Cuba hacia Venezuela ha sido bien diferente.
Nuestras relaciones de colaboración no pasan por el tamiz del
dinero.
Para Cuba sus líneas de
cooperación con Venezuela tienen un solo objetivo: contribuir
modestamente al bienestar del hermano pueblo venezolano. Ni una sola
vez, bajo ninguna circunstancia, interrumpimos nuestros programas a
los que también concedemos una alta prioridad.
Cuba no suele hablar de
lo que ha hecho, hace y hará en beneficio de otros pueblos. Nos
basta con que lo sepan sus pueblos y sus gobiernos.
Nuestros servicios, en
el caso de la hermana República Bolivariana de Venezuela, son fruto
genuino del Convenio de Cooperación Integral firmado hace dos años
y siete meses por Fidel y Chávez, en su inmensa mayoría se ofrecen
gratuitamente y el resto, a costos muy por debajo de lo que
representarían a precios internacionales.
Pero no los valoramos
por los cientos de millones de dólares de su monto monetario. Su
valor es inmedible porque se sustenta en la solidaridad y la
generosidad del pueblo cubano, tantas veces y en tantos lugares
demostradas a lo largo de su historia, y porque está cincelado en
nuestro patrimonio con el apotegma martiano: "Deme Venezuela en qué
servirla; ella tiene en mí un hijo." Por eso nos sobran razones
para reiterar que por Venezuela estamos y estaremos dispuestos a dar
la vida si fuera necesario.
De esto no podrán
hablar jamás contrarrevolucionarios, fascistas ni golpistas, y sus
falacias se estrellarán contra el muro de nuestras verdades que
difunden y defienden millones de venezolanos. |