Tenía
el don del buen conversar, la risa le brotaba fácil y hacía que los
ojos se perdieran en la anchura del rostro. Como en un amable retrato
de época nos llega Renée Méndez Capote, la escritora cubana,
cubanísima, fallecida el 14 de mayo de 1989.
Esa mujer llegada con el siglo XX
poseía la inapreciable capacidad de la observación, el fino humor
bien empleado, y un lenguaje claro y preciso para atrapar, de un
golpe, al lector. Como ser humano, ella misma era un mito, y queda
plasmado en sus textos poblados de gracejo popular.
Cierta vez, la misma Renée confesó:
"La juventud debe tener el impulso de atreverse", y es que
nunca renunció a la vocación de ser joven aquella anciana que
enarboló entre sus pasiones un largo trago de café y un cigarrillo
conciliador.
Para ella, su libro más entrañable y
el que la rebautizó para siempre fue Memorias de una cubanita que
nació con el siglo, pero no fue el único de los muy
"sonados" textos que escribió con un lenguaje clarísimo y
sencillo, hasta dejarnos veinte en los que, como en un calidoscopio,
aparecen figuras del pasado, estampas de la seudorepública y su
propia experiencia de cubana a pie de los hechos.
Renée Méndez Capote, merecedora de la
Distinción Por la Cultura Nacional y la Medalla Alejo Carpentier,
reveló poco antes de morir que su último proyecto era un libro
narrado por un duende venido a Cuba con Cristóbal Colón, y que
termina perteneciendo a las Milicias de Tropas Territoriales. El
propósito quedó en consultas de textos, y el siempre disfrute de la
gran Renée mientras hacía las investigaciones.