Con Yamila Reyes y Noel Ascanio
Güines, otro 9 de abril
PEDRO DE LA HOZ
El 9 de abril de 1958 cuatro jóvenes güineros cayeron abatidos
por las fuerzas represivas, tras haber participado en la huelga
convocada ese día para colapsar al régimen batistiano.
Cuarenta y cinco años después, el pueblo de Güines vivió dos
momentos inolvidables. En horas de la mañana asistió a la
inauguración de un sentido monumento erigido para perpetuar la
memoria de Daniel Pérez, Humberto Almeida, Restituto Alonso y
Venancio Núñez, y poco después, algo entrada la noche frente al
cine y en acto de reafirmación revolucionaria, vitorearon a dos
sencillos moradores de la localidad cuya callada vocación heroica
hizo recordar a muchos cómo la sangre de los caídos ayer continúa
alimentando victorias.
Noel
y Yamila unidos en la vida y el combate.
Yamila Reyes y Noel Ascanio, compañeros de vida y lucha,
pudieron entre los suyos revelar su verdadera condición
revolucionaria. Durante una década ambos, agentes encubiertos de
los Órganos de la Seguridad del Estado, penetraron los llamados
grupos de la disidencia interna y solo ahora, en que testificaron en
los procesos judiciales seguidos a varios de estos elementos,
volvieron a asumir sus identidades y sentimientos reales.
"Estuvimos involucrados —expresó con firmeza Yamila— en
actividades francamente contrarrevolucionarias, llamadas a subvertir
el orden y derrocar al Gobierno de nuestro país. Que a nadie le
quepan dudas. Todo lo que hacíamos tenía como objetivo servir a
los intereses del Gobierno de Estados Unidos."
"Quizás desde lejos —acotó Noel— alguien piense en una
oposición auténtica, nacida espontáneamente por discrepancias
políticas. Pero los que se dicen disidentes nunca han sido así. En
muy diversos grados, pero de manera inequívoca, todos prestaban
servicios a la política norteamericana diseñada para destruir a la
Revolución Cubana."
Nadie les puede hacer un cuento a Yamila y Noel. Conocen a fondo
los entretelones de la madeja que llevó a enjuiciar a los
mercenarios del imperio. En su modesta casa, por ejemplo, funcionó
una "biblioteca independiente".
¿Literatura? ¿Libros de valor cultural? "Nada de eso —confirma
Noel—, estas bibliotecas fueron concebidas de manera de que por
cada libro verdaderamente útil, ocho o diez fueran folletos y
publicaciones de contenido puramente subversivo o denigratorio".
Una
vecina de Yamila comparte con ella el júbilo de los güineros.
"Yo misma —señaló Yamila— iba a buscar muchos textos de
este tipo a la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana.
Allí los funcionarios me invitaban a coger grandes cantidades y me
incitaban a difundirlos con la mayor amplitud posible en mi
territorio."
También Yamila hizo notar la necesidad que tenían las agencias
norteamericanas de ofrecer una visión apocalíptica de la realidad
cubana. De ahí que pusieran hincapié en hacer proliferar la
actividad contrarrevolucionaria. "Por eso es que militábamos, mi
esposo y yo —precisó— en varios grupúsculos al mismo tiempo,
desde supuestos partidos políticos hasta asociaciones sectoriales
rotuladas como independientes. Así debía fluir más financiamiento
y se daba la impresión de que al Gobierno cubano le quedaban apenas
unas horas para que nadie en el mundo confiara en nosotros".
"Una de las maneras que inventaron los norteamericanos de
resaltarnos internacionalmente —comentó Noel— era mediante
premios internacionales. A mí me dieron uno en Estados Unidos por
haber presentado una ponencia como miembro del llamado Centro
Nacional de Investigaciones Agrícolas Independiente. Era un
premiecito de cien dólares. Luego aquí también me dieron otro de
treinta. Por una parte nos convertían en figuras y por otro
estimulaban a otras personas a sumarse a nosotros a la caza del
dólar."
La actitud de Yamila y Noel fue exaltada por representantes del
Partido y las organizaciones de masas de Güines en la noche del 9.
Vecinos y familiares que se habían apartado de ellos durante los
últimos años, acudieron sorprendidos y a la vez jubilosos al
reencuentro. Allí, en medio del fervor popular, un gesto de Yamila
lo dijo todo: mientras alguien leía el fragmento de la carta de
Martí a Manuel Mercado donde escribió que "hay cosas que para
lograrlas han de andar ocultas...", la joven güinera, en voz baja,
hacía suyas aquellas palabras.
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