
Señales
ROLANDO PÉREZ
BETANCOURT
Señales,
el filme que se estrena en La Rampa, es de esas películas que de
tiempo en tiempo llegan precedidas de dos bien marcados puntos
discrepantes: mientras algunos la catalogan de magnífica obra,
otros la tachan de incalificable bodrio.
A su director, M. Night
Shyamalan lo recordarán muy bien los espectadores por ser el mismo
de El sexto sentido (1999), cinta con la que sorprendió a
medio mundo y a partir de la cual algunos comenzaron a considerarlo "un
nuevo Spielberg". Aquel taquillazo parasicológico con nominación
al Oscar revelaba a Night (nacido en la India, pero criado en los
Estados Unidos) como un director a media agua entre el realizador de
Tiburón y el mago Hitchcock, si bien era cierto que en la
trama del niño "con poderes" estaba agazapada una cierta
transposición de El exorcista, de William Friedkin.
Aupado como niño
prodigio (29 años de edad en aquel entonces), proposiciones por
doquier, Night se apresuró en su siguiente entrega, El protegido,
otra historia en la que lo sobrenatural aparece sin ninguna aparente
explicación, pero una historia que en su manera de ser contada muy
pocos reconocían las excelencias narrativas demostradas en El
sexto sentido.
El pasado año, casi sin
tomar aire, llegó la película que nos ocupa, Señales,
basada en una historia real que al principio parecía seria: En
varios sembradíos de Inglaterra comenzaron a aparecer señales muy
bien trazadas, frente a las cuales, a falta de una explicación
científica, se les aplicó la ya recurrente respuesta de "¡extraterrestres!".
Las mismas simbologías se repitieron en zonas agrícolas de otras
partes del mundo para agrado de la prensa sensacionalista, que
agotó toneladas de tinta antes de saberse la verdad: los supuestos
ecos de otras galaxias habían sido una gran broma internacional.
El director de cine, sin
embargo, se quedó en la primera parte de los hechos y los asumió
como clave seria para su película, en la que Mel Gibson es un
pastor que ha perdido la fe a causa de la muerte de su esposa. Junto
con dos hijos pequeños y un hermano, él deberá enfrentar una
supuesta invasión de seres de otros mundos que, en su
configuración, recuerdan el ya clásico diseño de figuras
alargadas legadas por el gran Giacometti.
De nuevo aparecen los
miedos y supersticiones tan consustanciales al cine de Night. Y
junto a ellos, el suspenso y un pretendido terror motivados por un
director que se declara hijo del misticismo, pero que pretende, a
través de él, llegar a lo mejor del alma humana y al mismo tiempo,
conmover. Se adivina que en el tintero el director tenía algo así
como Un encuentro cercano... Pero, sin ser ese bodrio gritado
por unos cuantos, la película no le sale. E incluso, el proyecto de
redención por parte de los protagonistas —una vez liberados del
misterio extraterrestre— no logra despojarse de un fatal tono
afectivo, quizá bueno para el tiempo de nuestros abuelos, cuando el
todavía poco cine visto no comenzaba a cansar con sus repeticiones.
No dudo que Night sea un
buen director y que con su juventud tenga mucho que extraerle a su
particular mundo de asumir la realidad mediante fenómenos en
apariencia inexplicables.
Pero, sin apuros,
necesita volver a demostrarlo. |