|
El libro de Elena Blanco
Iraida
Calzadilla Rodríguez
Elena Blanco tiene 91
años y una memoria que se niega a los olvidos del tiempo, una
sonrisa amable para apagar los desafueros de la suerte, un sentido
del humor que la sienta entre las buenas criollas, y un apego a la
vida que le hace decir repetidamente: "Todavía no me voy, los
angelitos no me quieren llevar porque tengo que seguir ayudando a la
juventud". Y después invita a los amigos a acomodarse en el balcón
que da frente al mar vasto, abismal y misterioso, "porque no hay
muchas vistas parecidas a esta en La Habana".
"Lo más importante del libro es reflejar la grandeza de este pueblo", comenta Elena Blanco, mientras recibe la visita de Lidia.
Tenía unas ganas
enormes de salir a pasear y encontrarse con gentes queridas en la
Asociación de Pedagogos de Cuba cuando la institución cumplió
este año el aniversario 14. Pero una caída la retuvo en casa, en
un quinto piso donde la brisa es huésped obcecado. Y allá fue
Lidia Turner, presidenta de la Asociación, a llevarle un ramo de
flores y decirle que la celebración hecha en familia le dedicó el
cumpleaños, homenaje bien merecido por su entrega desde el humilde
y a veces anónimo puesto de secretaria en la Campaña de
Apadrinamiento de Escuelas, acto realizado por los centros laborales
al triunfo de la Revolución.
Desde ese desempeño
acumuló testimonios de decenas de participantes en el movimiento, y
en ellos se percibe el esfuerzo dedicado a expandir la educación
hasta los rincones más apartados de nuestro largo caimán,
propósito al que entregaban los trabajadores horas libres, parte
del propio salario y, sobre todo, la ilusión de que cada niño
cubano conociera del prodigio de letras y números.
Ella, como prolija
albacea, atesoró documentos que hoy integran un libro "que es mi
sueño", una recopilación de valiosísimas vivencias, un volver a
los primeros años de la década de los sesenta cuando, entre los
problemas que enfrentó la Revolución, estaba la educación masiva
de la población, y de manera especial la de los niños que vivían
en parajes de complicados accesos.
Reviso copias del
documento, y las cuartillas, escritas en viejas máquinas, tienen la
pulcritud de las secretarias. Hago provisiones de anécdotas y
apunto sobre padrinos que invertían recursos en el mejoramiento o
construcción de escuelas, en pozos, letrinas sanitarias, plantas
eléctricas y materiales escolares: "Pero el significado mayor fue
el aporte político, moral y social ofrecido con verdadero amor",
precisa Elena.
El libro contendrá los
antecedentes de la Campaña de Apadrinamiento de Escuelas,
testimonios de maestros voluntarios "y de su autor intelectual,
Félix Pita Rodríguez", como ella afirma.
Hoy, cuando la
educación cubana construye uno de sus más brillantes momentos en
la búsqueda de dar acceso e iguales posibilidades a todos, y donde
hasta en el más recóndito lugar de la geografía llega bien
repartida la enseñanza, una se pregunta ¿Cuántos de esos centros,
padrinos o apadrinados, existen aún?
Elena Blanco dice que
este homenaje de la Asociación le ha proporcionado una de las
tardes más hermosas en su ya larga vida. Reclama mi mano y la
cobija entre las suyas: "¿Sabe?, no le doy permiso a la muerte
hasta que no se publique el libro. Después ya veré qué otro
pretexto busco para seguir en pie". |