GINEBRA, 26 de marzo (PL). — A
pesar de todos los documentos adoptados por la comunidad
internacional, la realización del derecho al desarrollo sigue
siendo una quimera, afirmó hoy Claudia Pérez, miembro de la
delegación de Cuba a la CDH.
Al intervenir en el debate sobre el
tema 7 de la agenda, Derecho al Desarrollo, de la LIX Sesión de la
Comisión de Derechos Humanos (CDH) de la ONU, dijo que tras casi 17
años de adopción de una histórica declaración sobre ese asunto,
no se aprecian avances.
Para apoyar esta afirmación dijo que
la pobreza en el mundo alcanza la cifra de 1 200 millones de
personas, y el abismo entre ricos y pobres crece, no se reduce.
Añadió que la diferencia de
ingresos entre los países más ricos y los más pobres era de 37
veces en 1960 y hoy es de 74 veces, y las tres personas más ricas
del mundo poseen activos equivalentes al Producto Interno Bruto
(PIB) de los 48 países más pobres juntos.
El actual orden económico
internacional, afirmó, es un sistema de saqueo y explotación como
no ha existido jamás en la historia y la economía global asemeja
hoy un gigantesco casino, con operaciones especulativas de
compraventa de monedas superiores al millón de millones de dólares
diarios.
Seguidamente la delegada cubana
expresó que la credibilidad de las instituciones financieras
internacionales está por debajo de cero y el creciente servicio de
la deuda externa consume parte considerable de los recursos
provenientes de las exportaciones de los países en desarrollo.
Citó que el compromiso asumido hace
30 años por los estados desarrollados de dedicar el 0,7 por ciento
de su PIB a la Asistencia Oficial para el Desarrollo hoy es, como
promedio, del 0,22 por ciento, menos de un tercio de lo prometido, y
solo cinco países industrializados de Europa lo cumplen o
sobrepasan.
"Estados Unidos, el más
industrializado del mundo, tiene irónicamente el triste récord del
más bajo índice, sólo un 0,11 por ciento", precisó Claudia
Pérez.
En otra parte de su intervención
enumeró las amenazas que se ciernen sobre el mundo de hoy debido a
riesgos de una profunda crisis económica y el aumento de armas de
exterminio en masa cada vez más sofisticadas, unido todo a
doctrinas extremistas en boga.
Al respecto indicó que el costo de
una sola bomba nuclear es similar al presupuesto para educación de
23 países en desarrollo y con el precio de un tanque de guerra
podrían edificarse escuelas para 30 000 niños.
Opinó que será imposible eliminar
los obstáculos para el disfrute del derecho al desarrollo mientras
se sigan gastando más de 800 mil millones de dólares anuales en
maquinaria de guerra.
"La única superpotencia —dijo,
en referencia a Estados Unidos— que gasta en el negocio de la
guerra casi tanto como el resto del mundo en su conjunto, debería
dar el ejemplo y actuar de manera exactamente contraria a como lo
está haciendo ahora".
Abogó por la adopción de medidas
adicionales, más profundas, solidarias e innovadoras, así como de
políticas integrales a nivel mundial que se avengan a las
necesidades de los países subdesarrollados y que tengan en cuenta
sus particularidades.
Al mismo tiempo dijo que se requiere
de un tratamiento especial y diferenciado a esos estados, ya
acordado, pero nunca aplicado plenamente, y que se formulen con su
participación efectiva.