La Avellaneda y Mary Cruz en Camagüey

Luis Suardíaz

CAMAGÜEY.— Este último fin de semana se celebró por vigésimo cuarta ocasión, el encuentro homenaje a Gertrudis Gómez de Avellaneda, en el Centro Provincial de Casas de la Cultura Comunitaria, de la capital agramontina, con la participación de poetisas de la provincia e invitadas de la región oriental que leyeron obras propias y de la Avellaneda, una de las grandes autoras del siglo XIX en el mundo.

Camagüey rindió homenaje a Tula.

Como es usual, el encuentro terminó con la premiación de cartas de amor enviadas a un concurso destinado a mantener la tradición epistolar en amores felices, atormentados e imaginarios aun en el siglo de la alta tecnología, la fibra óptica y los navegantes en la red.

En ese espacio, dedicado principalmente a las letras femeninas, recordamos a la autora camagüeyana Mary Cruz —nacida aquí el 25 de marzo de 1923, justamente 20 años después de su admirado Julio Antonio Mella. Pedagoga, residente durante años en Estados Unidos donde amplió sus estudios y se desempeñó como profesora en la universidad de Wayne, como después en La Habana, donde reside hace décadas, nunca se ha desligado de esta ciudad y de sus próceres y de la bella Tula.

Su único poemario, nombrado Mis versos, se imprimió aquí en 1941 y ya entonces la adolescente le dedica un canto al Mayor General Ignacio Agramonte, de quien años más tarde escribiría una biografía que con el título de El Mayor publicó Ediciones Unión en 1973. Ya en ese libro se pronuncia contra la guerra que asolaba a Europa y dice: "Si no existieran el dolor y el llanto/ ni el odio, ni las armas, ni la guerra/ si reinara tan sólo la equidad" y como preparándose para una vida larga y fecunda, reflexiona: "Vivir es estudiar la rara ciencia de la vida".

Pero sería en la narrativa, la investigación, la biografía, y el ensayo donde nos daría sus mejores textos. La Avellaneda ha sido objeto de numerosos ensayos suyos y para la significativa edición de Ayacucho en 1990, de Caracas, preparó, anotó y prologó las obras escogidas de la genial cubana. Más aún: en 1998 y el 2001 aparecieron las novelas de Mary Cruz: Niña Tula y Tula, donde se juntan armoniosamente la historia y la ficción. En otra de sus novelas, titulada Los últimos cuatro días, somete a crítica a la sociedad camagüeyana del siglo XIX.

Indudablemente, en la obra de esta talentosa cubana su ciudad natal ocupa un amplio espacio. Y así lo reconocen sus lectores, estudiosos y amigos en sus fecundos ochenta años.

 

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