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Premio Nacional de Periodismo Cultural José Antonio Fernández de Castro 2003
Suardíaz en la pelea
Pedro
de la Hoz
Confiesa
no haberse dado cuenta de que era periodista, aunque había estudiado
los rudimentos de la profesión en Camagüey, esa "comarca de pastores
y sombreros" evocada por su coterráneo Nicolás Guillén. Recuerda
sus pininos en la radio y, como una hazaña, haber conseguido una
página poética en El Camagüeyano. Pero la prueba decisiva en la
profesión vendría tras la alborada de Enero de 1959 y en
correspondencia con sus responsabilidades cívicas ante los nuevos
tiempos de la Patria: de un día para otro se vio fundando un
periódico, Orientación Revolucionaria, y un suplemento cultural,
Siete Días de Orientación, y colaborando desde la tierra de los
tinajones con varias publicaciones nacionales. De entonces acá son
demasiadas las cuartillas que han transitado desde el linotipo hasta
los soportes digitales de hoy, casi siempre dedicadas a temas
culturales de la más diversa especie.
A ese Luis Suardíaz
(Camagüey, 1936), perfecto complemento del poeta reconocido como una
de las voces de la Generación del 50, le viene como traje a la medida
el Premio Nacional de Periodismo Cultural José Antonio Fernández de
Castro, que el Ministerio de Cultura le otorgará hoy.
Hay que verlo y sentirlo
en la redacción de nuestro diario para comprender cómo sus aportes a
la comunicación de ideas va más allá de la apretada síntesis a la
que obligan los imperativos del espacio.
La erudición se da la
mano con la vivencia, la apreciación conceptual con la anécdota, la
reflexión con el dato puntual. Los asuntos abordados por su prosa
cubren un amplísimo espectro: memoria histórica, crítica literaria,
cuestiones relacionadas con la defensa de la identidad nacional, temas
vinculados a la ideología... personalidades, evocaciones,
anticipaciones o enjundiosas noticias.
Le pregunto por el espacio
que le concede al periodismo en medio de su obra poética y no vacila
en decir: "No lo he cultivado solo como una manera de servir, que lo
ha sido siempre, sino también por placer. El periodismo es una forma
de participar en el centro de la vida misma". Y es cosa de creerle a
Luis, si miramos una trayectoria en la que siempre, de un modo u otro,
ha estado inmerso en quehaceres vinculados a la escritura
periodística.
¿Lecciones? "He aprendido
que cada palabra pesa. Que el gran reto de todos los días está en
decir lo que uno debe con las palabras necesarias, que toda retórica
es hueca".
¿Otros desafíos? "El
periodismo cultural, como cualquier otro, se enfrenta a una
revolución mediática radical y hay que trabajar para que tanta
novedad sea un instrumento afilado al servicio de nuestras ideas".
¿Un trabajo memorable? "A
Nicolás Guillén en 1959. Lo conocía, pero él no me conocía. Lo
capturé solo en el aeropuerto de Camagüey. Hablamos de lo humano y
lo divino. Y allí comenzó una amistad".
¿Una sorpresa? "Cuando el
año pasado, en España, reporté las pruebas de que la literatura
cubana no comenzaba por Espejo de paciencia, sino por La
Florida. Sobre el tema hay mucho más, pero hay que esperar a que
tú lo publiques".
¿Una anticipación? "Crónicas
y comentarios. La vida cultural cubana es tan rica e intensa que
siempre hay material para estar en la pelea".
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