|
La gran batalla se librará en el campo de las ideas
Discurso pronunciado
por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, Primer Secretario del
Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de los
Consejos de Estado y de Ministros en la clausura de la Conferencia
Internacional Por el equilibrio del mundo, en homenaje al
aniversario 150 del natalicio de nuestro Héroe Nacional José
Martí, el 29 de enero del 2003. "Año de gloriosos
aniversarios de Martí y del Moncada".
(Versiones
Taquigráficas - Consejo de Estado)
Distinguidos
participantes en el Encuentro Internacional por el equilibrio del
mundo como homenaje al aniversario 150 del natalicio de José
Martí;
Estimados invitados;
Compatriotas:
¿Qué
significa Martí para los cubanos?
En un documento
denominado El Presidio Político en Cuba, Martí cuando apenas
tenía 18 años, después de sufrir cruel prisión a los 16 con
grilletes de hierro atados a sus pies, afirmó: "Dios existe, sin
embargo, en la idea del bien, que vela el nacimiento de cada ser, y
deja en el alma que se encarna en él una lágrima pura. El bien es
Dios. La lágrima es la fuente de sentimiento eterno".
Para nosotros los
cubanos, Martí es la idea del bien que él describió.
Los que reanudamos el 26
de julio de 1953 la lucha por la independencia, iniciada el 10 de
octubre de 1868 precisamente cuando se cumplían cien años del
nacimiento de Martí, de él habíamos recibido, por encima de todo,
los principios éticos sin los cuales no puede siquiera concebirse
una revolución. De él recibimos igualmente su inspirador
patriotismo y un concepto tan alto del honor y de la dignidad humana
como nadie en el mundo podría habernos enseñado.
Fue un hombre
verdaderamente extraordinario y excepcional. Hijo de militar, nacido
en un hogar de padre y madre españoles, deriva en profeta y
forjador de la independencia de la tierra que lo vio nacer;
intelectual y poeta, siendo un adolescente al iniciarse la primera
gran contienda, fue capaz más tarde de conquistar el corazón, el
respeto, la adhesión y el acatamiento de viejos y experimentados
jefes militares que se llenaron de gloria en aquella guerra.
Amante fervoroso de la
paz, la unión y armonía entre los hombres, no vaciló en organizar
e iniciar la guerra justa y necesaria contra el coloniaje, la
esclavitud y la injusticia. Su sangre fue la primera en derramarse y
su vida la primera en ofrendarse como símbolo imborrable de
altruismo y desprendimiento personal. Olvidado y aun desconocido
durante muchos años por gran parte del pueblo por cuya
independencia luchó, de sus cenizas, como Ave Fénix, emanaron sus
inmortales ideas para que casi medio siglo después de su muerte un
pueblo entero se enfrascara en colosal lucha, que significó el
enfrentamiento al adversario más poderoso que un país grande o
pequeño hubiese conocido jamás.
Hoy, al cumplirse hace
unas horas 150 años de su nacimiento, cientos de brillantes
pensadores e intelectuales de todo el mundo le rinden emocionados el
homenaje del profundo reconocimiento que merecen su vida y su obra.
Más allá de Cuba,
¿qué recibió de él el mundo? Un ejemplo excepcional de creador y
humanista digno de recordarse a lo largo de los siglos.
¿Por quiénes y por
qué? Por los mismos que hoy luchan y los que mañana lucharán por
los mismos sueños y esperanzas de salvar al mundo, y porque quiso
el azar que hoy la humanidad perciba sobre ella y tome conciencia de
los riesgos que él previó y advirtió con su visión profunda y su
genial talento.
El día en que cayó, el
19 de mayo de 1895, Martí se inmolaba por el derecho a la vida de
todos los habitantes del planeta.
En la ya famosa carta
inconclusa a su amigo entrañable Manuel Mercado, que Martí
interrumpe para marchar sin que nadie pudiera impedirlo a un
inesperado combate, reveló para la historia su más íntimo
pensamiento, que no por conocido y repetido dejaré de consignar una
vez más: "Ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi
país y por mi deber, [...] de impedir a tiempo con la independencia
de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y
caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América.
Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso".
Semanas antes, al
suscribir en Santo Domingo el Manifiesto de Montecristi junto al
ejemplar patriota latinoamericano Máximo Gómez, de origen
dominicano y escogido por Martí como jefe militar de las fuerzas
cubanas, próximo a partir hacia Cuba, entre otras muchas y
brillantes ideas revolucionarias, Martí escribió algo tan
admirable que, aun a riesgo de aburrir, también necesito repetir: "La
guerra de independencia de Cuba [...] es suceso de gran alcance
humano, y servicio oportuno que el heroísmo juicioso de las
Antillas presta a la firmeza y trato justo de las naciones
americanas, y al equilibrio aún vacilante del mundo".
Nada hay hoy más
necesario y vital que ese distante y al parecer utópico equilibrio
Cuán precozmente
escribió esta última frase, que se ha convertido en el tema
principal de este encuentro. Nada hay hoy más necesario y vital que
ese distante y al parecer utópico equilibrio.
Ciento seis años,
cuatro meses y dos días después de la carta de José Martí a
Manuel Mercado, y ciento seis años, cinco meses y veintiséis días
después del Manifiesto de Montecristi firmado por Martí y Gómez,
el Presidente de Estados Unidos, en discurso pronunciado el 20 de
septiembre del 2001, ante el Congreso de esa nación, pronunció las
siguientes frases:
"Vamos
a utilizar cualquier arma de guerra que sea necesaria."
"El
país no debe esperar una sola batalla, sino una campaña
prolongada, una campaña sin paralelo en nuestra historia."
"Cualquier
nación, en cualquier lugar, tiene ahora que tomar una decisión: o
está con nosotros o está con el terrorismo."
"Les
he pedido a las Fuerzas Armadas que estén en alerta, y hay una
razón para ello: se acerca la hora de que entremos en acción, y
ustedes nos van a hacer sentir orgullosos."
"Esta
es una lucha de la civilización."
"Los
logros de nuestros tiempos y la esperanza de todos los tiempos
dependen de nosotros."
"No
sabemos cuál va a ser el derrotero de este conflicto, pero sí
cuál va a ser el desenlace. [...] Y sabemos que Dios no es neutral."
En discurso pronunciado
el primero de junio del 2002, al cumplirse el 200 aniversario de la
Academia Militar de West Point, el Presidente de Estados Unidos,
entre otras cosas, declaró:
"En
el mundo en el que hemos entrado, la única vía para la seguridad
es la vía de la acción. Y esta nación actuará.
"Nuestra
seguridad requerirá que transformemos a la fuerza militar que
ustedes dirigirán en una fuerza militar que debe estar lista para
atacar inmediatamente en cualquier oscuro rincón del mundo, [...]
que estemos listos para el ataque preventivo cuando sea necesario
defender nuestra libertad y defender nuestras vidas.
"Debemos
descubrir células terroristas en 60 o más países.
[...]
"Enviaremos
diplomáticos a donde sean necesarios, y los enviaremos a ustedes, a
nuestros soldados, donde ustedes sean necesarios.
[...]
"Estamos
ante un conflicto entre el bien y el mal. [...] No creamos un
problema sino que revelamos un problema. Y dirigiremos al mundo en
la lucha contra el problema."
Me pregunto qué ideas
habrían atravesado, a la velocidad de la luz, la genial
inteligencia de un hombre como Martí, para herirlo en lo más
profundo de su infinito corazón, si hubiese escuchado estas
palabras en un mundo donde hoy habitan más de 6 400 millones de
seres humanos que, por una razón o por otra, tanto los superricos
como los superpobres, ven amenazadas sus esperanzas de sobrevivir.
Aquellas palabras no las
pronunciaba un loco desde un oscuro rincón de un manicomio. Están
avaladas por decenas de miles de armas nucleares, millones de bombas
y proyectiles destructores, decenas de miles de misiles teleguiados
y precisos, miles de bombarderos y aviones de combate, con pilotos y
sin pilotos; decenas de escuadras y destacamentos navales con
portaaviones y submarinos de propulsión nuclear o convencional,
bases militares con permiso o sin permiso en todos los rincones del
mundo; satélites militares que espían cada kilómetro cuadrado del
planeta, sistemas de comunicación seguros e instantáneos,
capacidad de aplastar los de cualquier otro país y posibilidad de
interceptar simultáneamente miles de millones de conversaciones;
arsenales fabulosos de armas químicas y biológicas y presupuestos
de gastos militares que se aproximan a 400 mil millones de dólares,
con los cuales podrían enfrentarse y resolver muchos de los
principales problemas del mundo. Las amenazas mencionadas han sido
pronunciadas por quien dispone y puede ordenar el empleo de esos
medios. ¿Pretexto? El brutal ataque terrorista del 11 de septiembre
que costó la vida a miles de norteamericanos. El mundo entero se
solidarizó con el pueblo norteamericano e indignado condenó el
ataque. Con el apoyo unánime de la opinión mundial, pudo
enfrentarse al flagelo del terrorismo desde todos los ángulos y
todas las corrientes políticas y religiosas.
La batalla, como
planteó Cuba, debía ser fundamentalmente política y ética, en
interés y con el apoyo de todos los pueblos del mundo. Nadie podía
concebir la idea de enfrentar absurdas, desacreditadas e impopulares
concepciones terroristas que afectan a personas inocentes, aplicadas
por individuos, grupos, organizaciones, e incluso algún Estado o
Gobierno, utilizando para combatirlas un brutal terrorismo de estado
universal y proclamando como derecho de una superpotencia el posible
exterminio de naciones enteras, con empleo incluso de armas
nucleares y otras de destrucción masiva.
La inmensa mayoría
de la opinión mundial se opone a esa guerra anunciada
En este instante, en que
se conmemora el 150 aniversario del natalicio de José Martí, el
hombre que quizás por vez primera en la historia planteó el
concepto del equilibrio mundial, una guerra está por comenzar como
consecuencia del más colosal desequilibrio en el terreno militar
que jamás existió sobre la Tierra. Vencía ayer el plazo en virtud
del cual la más poderosa potencia del mundo proclamó su derecho
unilateral a lanzar su arsenal de las más sofisticadas armas contra
otro país con o sin la autorización del Consejo de Seguridad de
las Naciones Unidas, institución ya de por sí cuestionada por
constituir el veto, prerrogativa exclusiva de cinco países que son
miembros permanentes, y la negación total del más elemental
principio democrático al resto de casi 200 Estados representados en
la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas.
El privilegio del veto
ha sido usado precisamente por el gobierno que hoy proclama su
derecho a pasar por encima de ese Consejo. Muy poco usado por el
resto de los cinco, los cambios radicales en la correlación de
fuerzas militares entre sus miembros, que se ha producido en los
últimos 12 años, hacen casi imposible que tal prerrogativa sea
usada contra los deseos de quien no solo es poderoso por su
abrumadora potencia bélica, sino también económica, política y
tecnológica.
La
inmensa mayoría de la opinión mundial se opone a esa guerra
anunciada. Pero lo más importante es que según encuestas
recientes, hasta el 65% del pueblo norteamericano se oponía a ese
ataque sin la aprobación del Consejo de Seguridad. No constituye
esto, sin embargo, un obstáculo insuperable: enviadas las tropas y
listas para la acción, necesitadas de ser probadas las armas más
sofisticadas, es sumamente improbable que tal guerra no se desate,
si las autoridades del país amenazado de exterminio no acceden a
todas las demandas de los que los amenazan.
Nadie puede saber o
adivinar lo que puede ocurrir en cualquier guerra o situación
semejante. Lo único que es posible afirmar es que la amenaza de una
guerra en Iraq ha estado gravitando considerablemente sobre la
economía mundial, hoy afectada por una grave y profunda crisis que,
unida al golpe fascista contra el Gobierno bolivariano de Venezuela,
uno de los mayores exportadores de petróleo, ha elevado los precios
de este vital producto a niveles insoportables para la inmensa
mayoría del resto de los países, especialmente los más pobres,
aun antes de que haya sonado un disparo en Iraq.
Es ya opinión
generalizada que el propósito de la guerra en Iraq es tomar
posesión de la tercera reserva mundial de petróleo y gas, lo que
preocupa extraordinariamente a casi todos los demás países
desarrollados, como los de Europa, que importa el 80% de la
energía, a la inversa de Estados Unidos, que apenas importa por el
momento entre el 20 y 25% de su consumo.
Ayer 28 de enero a las
nueve de la noche, el Presidente de Estados Unidos declaró ante el
Congreso:
"Estados
Unidos le pedirá al Consejo de Seguridad de la ONU que se reúna el
5 de febrero para considerar los hechos sobre los desafíos de Iraq
al mundo.
[...]
"Vamos
a consultar, pero que no haya malos entendidos. Si Saddam Hussein no
se desarma plenamente, por la seguridad de nuestro pueblo y por la
paz del mundo encabezaremos una coalición para desarmarlo.
[...]
"Y
si nos obligan a ir a la guerra, vamos a luchar con el pleno
poderío de nuestras Fuerzas Armadas."
No se menciona una sola
palabra sobre la aprobación previa del Consejo de Seguridad.
Si nos apartamos de las
terribles consecuencias de una guerra en aquella región, que la
única superpotencia podría imponer a su arbitrio, el desequilibrio
en el terreno económico que hoy padece el mundo es de igual modo
una enorme tragedia.
Crecen y se profundizan
las diferencias relacionadas con los países ricos y pobres, entre
ellos y dentro de ellos, es decir, crece el abismo en la
distribución de la riqueza, el peor azote de nuestra era, con su
secuela de pobreza, hambre, ignorancia, enfermedades, dolor y
sufrimiento insoportables para los seres humanos.
¿Por qué no nos
atrevemos a decir que no puede haber democracia, libre opción ni
libertad real en medio de espantosas desigualdades, ignorancia,
analfabetismo total o funcional, ausencia de conocimientos y una
falta asombrosa de cultura política, económica, científica y
artística a las que solo pueden acceder exiguas minorías, incluso
dentro de los países desarrollados, inundado el mundo por un
millón de millones de dólares de publicidad comercial y
consumista, que envenena a las masas con ansias de sueños y deseos
inaccesibles, que conduce al despilfarro, la enajenación, y la
destrucción implacable de las condiciones naturales de la vida
humana? En apenas un siglo y medio agotaremos los recursos
energéticos y sus reservas probadas y probables que la naturaleza
tardó 300 millones de años en crear, sin que apenas se vislumbre
un sustituto viable.
¿Qué conocen las masas
de los complejos problemas económicos del mundo de hoy? ¿Quién
les enseñó lo que es el Fondo Monetario Internacional, el Banco
Mundial, la OMC, y otras instituciones similares? ¿Quién les
explicó las crisis económicas, sus causas y consecuencias?
¿Quién les dijo que ya el capitalismo, la libre empresa y la libre
competencia apenas existen, y que 500 grandes empresas
transnacionales controlan el 80% de la producción y el comercio
mundiales? ¿Quién les enseñó de bolsa de valores, de
especulación creciente con los productos de los cuales dependen los
países del Tercer Mundo y con la compraventa de monedas que
ascienden hoy a millones de millones de dólares cada día? ¿Quién
les instruyó de que las monedas del Tercer Mundo son papeles que
constantemente se devalúan y sus reservas de dinero real o casi
real escapan inexorablemente hacia los países más ricos, como la
ley física de Newton, y las terribles consecuencias materiales y
sociales de esta realidad? ¿O por qué debemos millones de millones
de dólares impagables e incobrables, mientras decenas de millones
de personas, incluidos niños de cero a cinco años, mueren de
hambre y enfermedades curables cada año? ¿Cuántos son los que
conocen que ya la soberanía de los estados apenas existe, en virtud
de Tratados en cuya elaboración no tenemos participación alguna
los países del Tercer Mundo, y por los que somos en cambio cada vez
más explotados y sometidos? ¿Cuántos los que están conscientes
de que nuestras culturas nacionales están siendo cada vez más
destruidas?
Sería interminable
seguir preguntando. Basta una adicional para los que viven de la
hipocresía y la mentira acerca de los más sagrados derechos de los
seres humanos, de los pueblos y de la propia humanidad en su
conjunto: ¿Por qué no se levanta un monumento vivo a la hermosa y
profunda verdad contenida en el apotegma martiano "Ser culto es el
único modo de ser libre"?
Lo afirmo en nombre de
un pueblo que bajo riguroso bloqueo e implacable guerra económica,
a la que se añadió la pérdida casi total de mercado, comercio y
suministro exterior al desintegrarse el campo socialista y la URSS,
ha resistido inconmovible más de cuatro décadas (Aplausos) y hoy
constituye uno de los más unidos, socialmente desarrollados,
poseedores de conocimientos básicos, cultura política y artística
entre todos los pueblos del mundo.
Un país pequeño y
pobre puede hacer mucho con muy poco
Si en algo hemos sabido
honrar al héroe, cuyo fecundo natalicio conmemoramos hoy, es haber
demostrado que un país pequeño y pobre, aun cometiendo muchos
inevitables errores de aprendizaje, puede hacer mucho con muy poco.
El mayor monumento de
los cubanos a su memoria es haber sabido construir y defender esta
trinchera, para que nadie pudiera caer con una fuerza más sobre los
pueblos de América y del mundo.
De él aprendimos el
infinito valor y la fuerza de las ideas.
El orden económico
impuesto a la humanidad por el poderoso vecino del Norte es
insostenible e insoportable. De nada servirán para impedir el curso
de la historia las más sofisticadas armas.
Los que durante siglos
han suministrado o suministran plusvalía y mano de obra barata son
hoy miles de millones. No pueden ser exterminados como moscas. Van
tomando cada vez más conciencia de las injusticias de que son
víctimas a través del hambre, los sufrimientos y humillaciones que
como seres humanos sufren, más que a través de las escuelas y la
educación que les niegan y por encima de las mentiras desgastadas
con las que el monopolio, el uso y el abuso de los medios masivos de
comunicación tratan de mantenerlos en eterna e imposible sumisión.
Han aprendido lecciones elocuentes bastante recientes como las de
Irán, Indonesia, Ecuador y Argentina. Sin disparar un solo tiro y
aun sin armas, las masas pueden barrer gobiernos.
Cada vez son menos los
soldados nacionales dispuestos a disparar y ahogar en sangre a sus
propios compatriotas. El mundo no puede ser gobernado con un soldado
extranjero portando fusil, casco y bayoneta en cada fábrica, en
cada escuela, en cada parque, en cada comunidad grande o pequeña.
Un número creciente de
intelectuales, trabajadores instruidos, profesionales y miembros de
las capas medias de los países desarrollados se suman a la lucha
por salvar a la humanidad de guerras implacables contra los pueblos
y contra la naturaleza.
A lo largo de la
historia ha quedado demostrado que de las grandes crisis han salido
las grandes soluciones, y en ellas y de ellas han surgido los
líderes.
Nadie crea que los
individuos hacen la historia. Los factores subjetivos influyen,
aceleran con sus aciertos o retrasan con sus insuficiencias y
errores los procesos históricos, pero no determinan el resultado
final. Ni siquiera un hombre tan genial como Martí —podría
decirse igualmente de Bolívar, Sucre, Juárez, Lincoln y otros
muchos hombres admirables como ellos— habría sido conocido por la
historia de haber nacido, por ejemplo, treinta años antes o
después.
En el caso de Cuba, de
haber nacido nuestro Héroe Nacional en 1823 y cumplido 30 años en
1853, en medio de una sociedad esclavista y anexionista dueña de
plantaciones y enormes masas de esclavos, y sin existir todavía el
poderoso sentimiento nacional y patriótico forjado por los
gloriosos precursores que iniciaron en 1868 nuestra primera guerra
de independencia, no habría sido posible entonces el inmenso papel
que desempeñó en la historia de nuestra Patria.
Por ello creo firmemente
que la gran batalla se librará en el campo de las ideas y no en el
de las armas, aunque sin renunciar a su empleo en casos como el de
nuestro país u otro en similares circunstancias si se nos impone
una guerra, porque cada fuerza, cada arma, cada estrategia y cada
táctica tiene su antítesis surgida de la inteligencia y la
conciencia inagotables de los que luchan por una causa justa.
En el propio pueblo
norteamericano, al que nunca hemos visto como enemigo ni hemos
culpado de las amenazas y agresiones que durante más de 40 años
hemos sufrido, podemos percibir, a partir de sus raíces éticas, un
amigo y un aliado potencial de las causas justas de la humanidad
(Aplausos). Lo vimos ya cuando la guerra de Viet Nam. Lo vimos en
algo que nos tocó tan cerca como el secuestro del niño Elián
González. Lo vimos en su apoyo a la lucha de Martin Luther King. Lo
vimos en Seattle y en Quebec, junto a canadienses, latinoamericanos
y europeos contra la globalización neoliberal. Lo empezamos a ver
ya en su oposición a una guerra innecesaria, sin contar al menos
con la aprobación del Consejo de Seguridad. Lo veremos mañana
junto a los demás pueblos del mundo defendiendo el único camino
que puede preservar la especie humana de las propias locuras de los
seres humanos.
Si algo me atrevo a
sugerir a los ilustres visitantes aquí reunidos sería lo que veo
que ya están haciendo. No obstante, a riesgo de cansarlos me
permito repetir y reiterar: frente a las armas sofisticadas y
destructoras con que quieren amedrentarnos y someternos a un orden
económico y social mundial injusto, irracional e insostenible:
¡sembrar ideas!, ¡sembrar ideas! ¡y sembrar ideas!; ¡sembrar
conciencia!, ¡sembrar conciencia! ¡y sembrar conciencia!
Muchas gracias.
(Ovación). |