Comerciantes que negocian con vidas humanas

Félix López

Las operaciones de los traficantes con seres humanos que explotan la irresponsabilidad de algunas personas y los macabros beneficios de la asesina Ley de Ajuste han crecido respecto a las salidas en medios rústicos desde la Isla.

El pasado fin de semana, dos barcos del Servicio de Guardacostas norteamericano devolvieron a Cuba a 79 emigrantes ilegales, más de la mitad con familiares en Estados Unidos. Esas personas abandonaron el país en tres salidas diferentes, dos de ellas organizadas por traficantes de la Florida. En la tercera, utilizando un medio rústico, solo viajaban cuatro personas. El resto (75) pagaba su puesto —por diversas vías— en una de esas lanchas rápidas que llevan a la Ley de Ajuste o a la muerte.

Seis de las personas que integran el grupo recién devuelto, fueron atrapadas mientras un lanchero los trasladaba de Bahamas a los Estados Unidos. Todas habían llegado al primer país de forma legal. Para seguir al destino final, contrataron los servicios de un lanchero de origen cubano radicado en Estados Unidos y fracasaron en el intento, al ser descubiertos por los Guardacostas.

El pasado 21 de enero, otros dos traficantes, residentes en Miami viajaron a un punto de la costa Norte entre La Habana y Matanzas, donde recogieron a 42 personas. Pocas horas después eran interceptados y el resto del grupo fue repatriado a Cuba.

Un día después, por Canasí, en Santa Cruz del Norte, se produce otra salida ilegal con apoyo del exterior: un comerciante con vidas humanas recoge a 29 personas y al ser descubierto por el Servicio de Guardacostas ofreció resistencia, y dos lanchas rápidas auxiliares tuvieron que cerrarle el paso e inutilizar sus propelas. En la operación la lancha comenzó a hundirse, todos fueron rescatados, pero un niño se golpeó y fue llevado a tierra con su madre. Su estado de salud actual se desconoce.

A estas riesgosas travesías fueron arrastrados 11 niños (entre 3 y 14 años de edad), quienes compartieron horas de peligros con personas de pésima conducta, 31 desvinculados de toda actividad laboral o social, y uno que se encontraba circulado por la Policía Nacional Revolucionaria.

Ismary Manreza Ibáñez, de 28 años y residente en Ranchuelo, Villa Clara, no solo arriesgó su vida, sino que puso en peligro la de Helen, su pequeña de 11 años, al volcarse la lancha en medio del terror de sus ocupantes. Ella, como el resto de sus compañeros de travesía, puso su vida en las manos de un traficante inescrupuloso y necesitó estar cerca de la muerte para decidir que no regresará al mar como inmigrante.

 

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