|
Sin candidatos de
relleno, una opción unitaria
MARÍA JULIA MAYORAL
Entre
los nominados para ocupar un puesto en el Parlamento o en las
asambleas provinciales del Poder Popular no hay ninguno de relleno.
Hay tantos candidatos como cargos por ocupar. Ni se han puesto a
pelear entre sí a los postulados, ni los electores estarán en el
dilema de excluir a unos porque la cantidad de propuestos sea mayor.
Sin embargo, el próximo 19 de enero, cada uno, para resultar
electo, necesitará ganar más de la mitad de los votos válidos en
el municipio o el distrito donde ocurrirá el sufragio.
De acuerdo con la Ley,
es posible votar por tantos candidatos como aparezcan relacionados
en las correspondientes boletas, escribiendo una X junto a
los nombres de los nominados a los que se confiere la aprobación.
Si se desea respaldar a todos, entonces, bastará una X en el
círculo situado en el encabezamiento de las boletas, las cuales
estarán diferenciadas por su color: la verde corresponderá a los
propuestos como diputados y la blanca a los delegados provinciales.
Aunque los 1 199
candidatos a delegados provinciales y los 609 a diputados son el
fruto de una amplia consulta popular, y en su conjunto representan
los mejores valores de la sociedad cubana, la decisión de cada
elector en las urnas deberá ser nuevamente un acto libre, movido
por la conciencia individual.
En estos días varias
personas me han preguntado si el 19 de enero habrá que votar por
todos. A cada cual le he respondido con un cambio de verbo. La
cuestión no es: hay que..., pues la legislación cubana,
primero, no establece la obligatoriedad de acudir a las urnas, y
segundo, la opción de votar por uno, por dos, por tres... por todos
o por ninguno de los postulados, está en manos de cada ciudadano
con derecho al sufragio.
Es cierto, en 1993 y en
1998, poco antes de la elección directa por parte del pueblo de los
delegados provinciales y de los diputados, las principales
organizaciones de masas y la máxima dirección política del país
exhortaron al voto unido; pero ese llamamiento, si bien responde a
una estrategia de la Revolución, no plantea una obligación.
"El
voto unido, expresó Fidel en enero de 1998, es la garantía de los
menos conocidos y de los delegados de base, que son los más
humildes y los más modestos de nuestros diputados; profesionales
universitarios la mayor parte —que no tiene nada que ver que sean
los más humildes o los menos conocidos, con su nivel de
preparación y de educación—, pero no los conocen. Esos problemas
los vamos a tener siempre.
"Hemos
descubierto, agregó, que el voto unido se vuelve también un
instrumento de unidad... Sin embargo, bajo la advertencia, que yo me
ocupé personalmente de repetir varias veces, de que nadie fuera a
ejercer el voto unido por una cuestión de disciplina, sino que
fuera por una cuestión de conciencia. Si a alguien no le gustaba un
candidato, que no votara por el candidato, bien porque no quiere,
con razón o sin razón, o porque conoce algún rasgo de su
carácter que no le agrada, lo cual obliga, dentro de nuestro
sistema, si queremos defender los `índices' y las `medallas
olímpicas' que hemos ganado, a escoger cada vez mejor a los
candidatos."
La fórmula empleada
nuevamente para llegar a la selección de esos hombres y mujeres
asegura un alto nivel de confianza popular. Ellos son parte de los
más de 57 300 ciudadanos propuestos por las organizaciones
estudiantiles, la Federación de Mujeres, la Central de
Trabajadores, la Asociación de Agricultores Pequeños, y los
Comités de Defensa de la Revolución.
Luego pasaron la
exigente prueba de las consultas, realizadas por las comisiones de
candidatura que contactaron con más de dos millones de personas, y,
más tarde, ganaron la aceptación de asambleas municipales del
Poder Popular, pues al estar integradas por los delegados de
circunscripción, se encargaron de realizar la postulación en
nombre del pueblo.
La publicación de las
biografías de los candidatos y sus múltiples encuentros con los
ciudadanos en centros productivos y de servicios, planteles
educacionales y barrios, han permitido aumentar el reconocimiento
social sobre los méritos y capacidades de esos compañeros.
Desde las figuras
eminentes hasta los más desconocidos han demostrado ser gente
valiosa y capaz. Entonces es de esperar que, como sucedió en 1993 y
en 1998, la mayoría de los electores opte por respaldar a todos los
candidatos. Esa sería la posición revolucionaria y constructiva;
pero nunca una obligación, sino el resultado de una decisión
madura y consciente. |