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![]() Lo que el agua barre, ¿existió? ROGELIO RIVERÓN He oído decir que la poesía actual ha caído en una especie de slump, como un cuarto bate que de pronto se amodorra. Sé que se trata de una opinión extrema, y sin embargo alguna causa la provocó. Quizás sea esa tendencia a la uniformidad que terminaría anulando la voz en singular, un signo de inmadurez y de prisa. Quizás, más propiamente, sea la insistencia en lo discursivo, como si los mundos poéticos tuvieran que ser glosados por fuerza. Por suerte todavía hay dónde escoger (el todavía no es para mí; es para los que insisten en la baja intensidad de nuestra poesía). Me gustaría probarlo con un libro que se expansiona con precaución y con finura. Me refiero a La huella en la arena, antología poética de Antón Arrufat, publicada por Ediciones Unión en 2001. Este es un libro paciente, que se alimenta de la materia del mundo y nos hace creer que es inmediato. Un hálito cálido le infunde armonía. Se ha encauzado en un ritmo ancestral, no por lo viejo, sino por lo profundo, y tiene una luz interior cuyo fin no es iluminar, sino poner nervioso. El clasicismo de Antón Arrufat es tramposo. Su escritura es galante, pero no esbelta, y puede, además, contener un sarcasmo, una malicia, un cuestionamiento para sí misma. La huella en la arena es, a pesar de todo, un lugar donde se hace camino a la angustia. Es un expediente del insumiso. Ser mordaz de una forma tan elegante se le da a pocos, pues se precisa de una paciencia, de una pericia para intercambiar los significados de la palabra y del objeto. La suspicacia es otro de los signos de este libro que pudiera leerse como el diario de un músico. Sé que la imagen es abstracta, porque no recurre al dato, sino a la cadencia y, quizás, a la forma en que sus piezas resultan de una inevitabilidad que tiene que ver con el espíritu de los sonidos. Y en todo caso, el hecho de que un libro me empuje a explicármelo de forma tan inusual me resulta positivo: la perplejidad es suya (del libro), y ahora, mía. Decía suspicaz porque no se detiene ante sí mismo. Articula una frase y de inmediato la rodea del miedo a lo transitorio. Sabe de alguna manera que escribir es ahondar en la conciencia de nuestra finitud. Antón Arrufat ha escrito los poemas de La huella en la arena casi en el lapso de una vida. Una vida parecen ahora, reunidos por las Ediciones Unión, vida cuestionada en tono ensayístico y también en tono burlón. |
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