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A un paso de los 80 El Indio le responde a Naborí Antonio Paneque Brizuela
Nos encontramos al Indio (así gusta que le llamen todos sus amigos y colegas periodistas, y también que lo traten de tú) inmerso en una agenda plagada de llamadas telefónicas y de los homenajes que se le tributan por estos días, pero no quedan excluidos de la conversación "los recuerdos de los días junto a mis compañeros de Granma, desde que surgió ese diario el 3 de octubre de 1965". Durante la entrevista, en la que se simplifican distintas etapas de su prolífica existencia —a lo largo de la cual aparecen escritos 22 libros e innumerables artículos y poesías— es obvio que el Indio convierte intencionadamente en leitmotiv el tema de la educación y la cultura. ¿Cómo fue tu niñez? — Pan inseguro, calzado imposible, lecho distante. Como la de cualquier familia campesina de la América Latina actual, en la cual, con excepción de Cuba, millones de niños sufren de hambre y de analfabetismo. No pocos de esos muchachos "nacen —como dijera Miguel Otero Silva— con innatas facultades para desarrollarse como poetas, músicos y pintores, y se quedan mirando la barranca para toda la vida". Partiendo yo de un origen semejante, veo con asombro la magnífica siembra de escuelas en nuestro país, donde millones de niños estudian, cantan y sonríen. ¿Cuál fue tu primer trabajo? — A los once años terminé la enseñanza primaria, pero no pude integrarme de inmediato a los estudios secundarios por la necesidad de incorporarme a un trabajo que pudiera ayudar a mejorar la precaria economía familiar. Ese primer trabajo mío no fue otro que el de pastor de ovejas, por un peso semanal. ¿Cuál ha sido la mayor pasión de tu vida? — En aquellos tiempos en que me tocó crecer, encontré cierto amparo que podría parecer providencial: un anticipado maestro voluntario, que no solo me impartió clases de seguimiento, sino que también me facilitó libros importantes que leí con avidez y que despertaron en mí el hábito de la lectura permanente. Sin este mecenas comunista, Rodolfo Díaz Moya, entonces sí me hubiera pasado lo que a los niños latinoamericanos mencionados antes, que no llegaron a artistas o escritores. Yo no he tenido, pues, una sola pasión, sino tres pasiones: la Revolución, mi familia y los libros. ¿Cómo te sientes a los 80 años? — Me siento satisfecho, verdaderamente feliz porque ya es bella realidad presente lo que en mi juventud era el futuro. |
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