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La poliespuma llegó a San Agustín ALBERTO NÚÑEZ BETANCOURT En el reparto capitalino de San Agustín también pasó lo mismo: los muchachos y no pocos adultos se asombraron ante la descarga de las primeras piezas de polietileno (poliespuma) para construir la nueva escuela con que contaría el barrio.
Hoy, cuando la obra es una realidad, nadie duda de la fortaleza del plantel, no solo constructivamente, sino por el equipamiento y la capacidad del claustro de profesores que en él laborará. Iraida Frontela Montalvo debuta como directora ahora en septiembre. Al igual que muchas colegas, desde el primer movimiento de tierra, el 3 de abril pasado, estuvo a pie de obra, celosa con cada detalle de lo que prácticamente será su casa y la de unos 420 niños. El centro educacional lo forman tres bloques edificados a partir de polietileno especial y hormigón; uno de dos plantas para las aulas, otro con funciones administrativas y locales para los profesores, y un tercero destinado a la cocina-comedor.
Pocas palabras bastan para señalar las ventajas de la nueva escuela; la directora plantea que, además de la cercanía para los muchachos (muchos tenían que caminar cerca de cinco cuadras), se podrán descongestionar otras primarias del populoso reparto. Roberto Noriega, un vecino que lleva 15 años radicado en San Agustín, opina que la construcción tiene un gran significado social, no solo porque se logra un mejor aprendizaje, al no exceder de los 20 alumnos por aula, sino por la ayuda que ofrece a esta comunidad surgida con la Revolución. "En reciprocidad, yo, como muchos otros, he querido dedicar mis 20 días de vacaciones a la escuela", precisa este hombre cuya labor en la albañilería resultó muy útil. OBRA VISTA POR DENTRO El sistema de polietileno y hormigón es rápido y económico, pero tecnología nueva al fin, requiere de un rigor que los integrantes del contingente José Antonio Echeverría tuvieron muy en cuenta.
Por supuesto, no faltaron las fuerzas de apoyo —trabajadores de la Planta de Insulina, de los laboratorios Medsol, las escuelas Provincial del Partido (Olo Pantoja) y de Cuadros de la CTC, y los muchachos de la FEU—, pero la intervención de ellas se hizo específica ante la singularidad del procedimiento. Quizás el aporte más importante de los vecinos fue cernir los materiales y protegerlos de las lluvias. Juan Antonio Naranjo, jefe de Recursos Humanos del Contingente, recuerda que en momentos pico tuvieron 220 constructores. El ritmo puede considerarse bueno. Definitivamente la presencia de los pioneros constituyó un símbolo, algo común en la construcción y reparación de escuelas. En San Agustín era frecuente ver a Mabel Montero, Jorge Antonio Vichi, Wilber Segura y Linares Ramos, este último el más destacado en la emulación implantada allí. Todos muy contentos por lo preciosa que quedó la obra, y tranquilos porque las sospechas de que la poliespuma podía resultar floja quedaron despejadas. DONDE PRIMÓ LA CALIDAD Con inmensa sencillez la arquitecta Eylen Martín Fernández realizó una labor imprescindible: velar por la calidad de cada paso. En los locales que se iban terminando revisaba cualquier tipo de oquedad, fallas diversas para corregirlas a tiempo. "Pero fue el trabajo crudo (luego del montaje de las piezas) el mejor para descubrir los problemas de calidad", subraya la especialista. Así recorría una y otra vez las áreas de la extensa escuela para hacer las observaciones pertinentes. Como afirma el dicho, "muchas veces lo que sucede conviene"; los intensos aguaceros ocurridos durante el verano no hicieron mella en la construcción y, en cambio, sirvieron para medir la calidad de los techos y ventanas. De esta manera, los materiales empleados se sometieron a una primera prueba de fuego. Entonces, con esos truenos, la obra marchó viento en popa y a toda vela. |
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La tropa infantil tuvo una
Iraida, la directora, está satisfecha 
La arquitecta chequea la 
