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![]() Holguín... ¡finaliiiista! SIGFREDO BARROS Inolvidables las escenas de júbilo de yo no sé cuántos miles y miles de aficionados reunidos en el siempre atestado Calixto García cuando Oscar del Rosario cruzó el home con la carrera decisiva del juego también decisivo. ¡Tantos y tantos años de apoyar al equipo por fin se vieron recompensados: Holguín va a discutir el título! Confieso mi escepticismo cuando llegué a esa ciudad en ocasión del Juego de las Estrellas y sus habitantes —sin importar edad o sexo— me hablaban sin parar de las posibilidades que tenía el equipo de ganar el trono oriental y discutir el campeonato. ¡Si ya le hemos ganado a Santiago más de una vez, Camagüey y Villa Clara no pueden con nosotros! Yo los escuchaba, sonreía y pensaba para mis adentros: ¡por lo menos no les falta optimismo! Y ahora heme aquí, computadora de por medio, pensando en que todo Holguín es ahora un gigantesco Tropicana celebrando un resultado impensable para todos los especialistas y tratando de descubrir el misterio de un conjunto que nunca había ganado más de 43 y ahora anda ya por los 62: ¿combatividad?, ¿entrega?, ¿disciplina?
Además de todos esos atributos, Holguín tiene mucho más. Tiene, ante todo, calidad. Un cuerpo de pitcheo que solo fue segundo de Pinar, una ofensiva capaz de ser una de las cinco con promedio de 300 y un director cuyas canas le salieron en un terreno, flemático, con capacidad de análisis y un exacto conocimiento de las posibilidades reales de cada uno de sus jugadores. Sin todo esto, hubiera resultado virtualmente imposible dejar al campo en dos ocasiones a un seleccionado sólido como lo es Villa Clara. Y mucho más difícil recuperarse luego de recibir un escón de leyenda —con bases llenas, sin outs, y tercer, cuarto y quinto bate en línea—, para volver a repletarlas en el noveno con tres sencillos consecutivos de los mismos hombres dominados tres entradas atrás. Y como el béisbol es el deporte colectivo con mayores posibilidades de individualizar una actuación, los holguineros tuvieron en Juan Rondón a un hombre-inspiración en momentos cumbres (¡inolvidable su jonrón del segundo choque!), en otro Juan, Pacheco, a un bateador desbordado ante el pitcheo naranja —su cuadrangular en el Sandino resultó crucial—, y en Orelvis Ávila a un lanzador todo coraje, cuyas herramientas lo califican para aspirar a un equipo Cuba, pues tamaño, velocidad y disposición le sobran. Sin olvidar que Holguín fue, ante todo y sobre todo, un equipo que se superó a sí mismo. Jugó mejor que en las tres anteriores ediciones, al extremo de establecer diez récords históricos para el conjunto, como se puede observar en las dos tablas estadísticas acompañantes de este comentario, confeccionadas gracias a la colaboración de Emilio Hernández Leyva, del departamento CEMA-CINID del INDER. Lástima que el ejercicio de esta profesión no lo capacite a uno para poder adivinar y las urgencias del cierre no permitan poder esperar el resultado del juego Sancti Spíritus-Pinar del Río. Pero, recordando el optimismo sin límite de los holguineros frente a mi acendrado escepticismo, no albergo dudas de que Holguín —sea cual sea su próximo rival—, volverá a brindar un espectáculo tan fabuloso como el ofrecido la noche del pasado sábado. Por lo pronto, ya es... ¡finaliiiista!
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