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![]() La otra cultura: la de la propiedad industrial Necesaria en organismos de la Administración Central del Estado, centros de investigación, productivos, de servicios y empresas comerciales ALEXIS SCHLACHTER La palabra cultura expresa un concepto amplio que asume toda la creación humana. Desde obras de arte a las tecnológicas. No olvidemos que cultura se escribe con C de ciencias por sus orígenes histórico-lingüísticos al derivar de la palabra cultivar, un término agrotécnico. En los comienzos del siglo XXI y en medio de una compleja situación internacional, nuestro país ha emprendido meritorio camino para masificar la cultura, generalizarla, hacerla pan cotidiano en el pueblo. Es una estrategia necesaria, más aún, imprescindible en una época caracterizada por su rápido avance científico que atesora paralelamente siglos de cultura artística. En tal contexto no debemos olvidar otra significativa arista: la de la propiedad industrial. ¿Cuan importante es? Veamos un ejemplo práctico. La marca, una de las modalidades de la propiedad industrial, constituye elemento que tiene valor por sí misma. Incluso, a veces, supera con creces toda la base material necesaria para la producción, aunque esto parezca extraño y sorprendente. Digamos, a título de muestra, que si se fuera a negociar alguna marca de fama internacional, comprobaríamos que esta vale actualmente mucho más que todas sus fábricas juntas en el mundo, o el total de la materia prima almacenada y aún supera el monto completo de los salarios. ¿Cuál es el secreto de semejante poder? Una marca —cuando es conocida y reconocida mundialmente— tiene clientes fijos, estables y, en consecuencia, se convierte en motor impulsor de las ventas. Es lo que se llama en lenguaje técnico, un activo intangible de grandes proporciones; no se puede tocar con las manos pero influye y aún determina en el conjunto de las ventas. Tan importantes son el estudio y análisis de todo lo que pueda influir en la buena marcha de este mecanismo que, precisamente, el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente —mediante su Oficina Cubana de la Propiedad Industrial (OCPI)— tiene a disposición de directivos, funcionarios, investigadores y empresarios, las Pautas Rectoras y Lineamientos Metodológicos que conforman todo un Sistema Nacional. Y tal Sistema Nacional de Propiedad Industrial tiene un importante valor cultural. En sus Pautas Rectoras, este documento señala muy claramente, entre otras cosas, que en la planificación y desarrollo de todas las etapas de las actividades científico-técnicas se deberá consultar la información sobre Propiedad Industrial para conocer, entre otros aspectos claves, por ejemplo: —Si solo fuera posible patentar en territorio cubano por cualquier motivo estratégico... ¿sería más conveniente hacerlo o mantener en secreto ese avance científico o tecnológico? ¿Por qué la disyuntiva señalada? De ser pública la información al ser concedida una patente, las empresas competidoras extranjeras —con mayores recursos económicos— podrían copiar y desarrollar mucho más rápidamente nuestra idea original con la consiguiente saturación de los mercados. Carecer de ese elemento informativo específico, en definitiva cultural, podría traer negativas consecuencias para la economía nacional. —El Sistema plantea, también, la necesidad de conocer otras tecnologías —entre ellas las nacionales— y compararlas con aquellas que se desean adquirir en el extranjero para verificar si son las más idóneas según las necesidades del país, incluso, si las del patio podrían resultar alternativas válidas y más económicas. En definitiva, en un tiempo de necesario intercambio con el exterior, resulta imprescindible tener una cultura general e integral que incluya la arista de la propiedad industrial. Quizás no esté lejano el día en que Universidad para Todos aborde el tema. |
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