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Los papeles cambiados de Plácido y Tania Pedro de la Hoz Quién iba a decir que la palabrita crossover, tan de moda en la jerga musical para designar incursiones interpretativas en terreno ajeno, ya sea de lengua o de género, iba a tener una connotación tan especial en la actualidad discográfica iberoamericana.
Ahora en marzo el tenor, inspirado por su antigua relación con México y Cuba —recuérdese que sus padres protagonizaron la vida lírico musical cubana en los 40— y estimulado, como bien dijo un cronista del diario madrileño El País, por la voracidad de la transnacional EMI que vio un filón dorado en el producto, acaba de presentar en la capital española Quiéreme mucho, disco de puros boleros y título prestado a la obra más emblemática de nuestro Gonzalo Roig. La selección pasa por el meridiano de Agustín Lara y Armando Manzanero, la nostalgia por su ídolo Lucho Gatica y la sorpresa de favorecer a Francisco Céspedes. Mucho más sorprendente resulta, sin embargo, la aparentemente inesperada aventura de la peruana Tania Libertad con su más reciente disco, Arias de ópera. No, no se trata de tomar un título en sentido metafórico, sino muy real. Tania canta arias de ópera y hay que escucharla, sin pretensiones de imitar a la Callas ni alcanzar a la Sutherland ni compararse con Jessie Norman, entendérselas con Bellini y Puccini y entonar con la más acendrada melancolía andina el imprescindible "El amor es un pájaro..." de la Carmen, de Bizet. Tania lleva con este 32 discos a cuestas, pensados y realizados con la mayor consecuencia estética posible, como lo prueban sus referencias al Perú negro, sus faenas compartidas con Pablo Milanés y su compromiso con los Boleros de oro. |
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