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28/02/2002
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¿ALCA...ribe?

ORLANDO ORAMAS LEÓN

Para Ralph Gonsalbez, primer ministro de San Vicente y las Granadinas, estar en el ALCA es peligroso, pero acto seguido acota que también lo es quedarse fuera del Área de Libre Comercio de las Américas, que Estados Unidos aspira a poner en vigor en el 2005.

El dilema encierra la paradoja que para los pequeños Estados caribeños entrañan los retos de la actual globalización neoliberal, que a nivel hemisférico Washington quiere extender en un proceso en el cual se arroga el papel de metrópoli.

Pero las noticias no son buenas para el Caribe, no solo en el plano bilateral en sus negociaciones con Estados Unidos, sino también en la propia Organización Mundial de Comercio, donde representantes norteamericanos reafirmaron recientemente su oposición a un doble sistema de reglas del comercio multilateral, según se trate de países desarrollados o en desarrollo.

"Tiene que haber las mismas reglas para todo el mundo", dijo un delegado estadounidense en Ginebra, quien olvida que el Tercer Mundo lleva desventajas acumuladas en más de 50 años de negociaciones comerciales con las naciones ricas.

Numerosos países pequeños y subdesarrollados, y con mucha fuerza los caribeños, reclaman que en el proceso de liberalización de mercados, impuesto desde el Norte, se les exima provisionalmente de cumplir ciertos compromisos de aperturas de mercados, al tiempo que exigen a los del Primer Mundo que reduzcan sus barreras fronterizas y las generosas subvenciones al sector agrícola.

Lo que Washington pretende en Ginebra, en el marco de la OMC, es lo mismo que trata de conseguir en el ALCA de América Latina y el Caribe, región esta última que llega en franca desventaja al proceso negociador.

No en balde fueron los jefes de Gobierno caribeños quienes con mayor ímpetu elevaron sus preocupaciones en la reunión hemisférica del pasado año en Quebec, donde la administración Bush relanzó su plan de acción para llevar a término el plan neocolonizador.

Baste decir que la apertura de mercados implica también una política liberalizadora en materia fiscal, lo cual privaría a las pequeñas ínsulas que componen la Comunidad del Caribe (CARICOM) de importantes fondos que forman parte vital de sus presupuestos.

Si esos países sufren la asimetría que existe entre sus economías y la de la mayoría de los países latinoamericanos, qué decir de las abismales diferencias que por separado, y en conjunto, les separan de Estados Unidos.

A ello habría que agregar que el ALCA no es un plan con un verdadero propósito de asociación, sino toda una estrategia para la subordinación, por la cual se crearía una vinculación de intercambio restrictiva y centralizada hacia Estados Unidos.

Tal propósito va incluso contra los esfuerzos integracionistas caribeños, tanto a nivel de CARICOM como en la Asociación de Estados del Caribe. No por gusto el jamaicano Norman Girvan, secretario general de la AEC, advertía hace unos días en Washington respecto a los peligros y efectos negativos del ALCA, tal y como se está proponiendo.

Garvin se refería a que en tales condiciones las industrias nacionales de los pequeños Estados de la cuenca caribeña tendrían los días contados ante la avalancha que supondría la entrada masiva de las transnacionales estadounidenses en los mercados de la zona.

Veamos un ejemplo. La liberalización no solo implica los bienes, sino también los servicios. En estos momentos aún se dirime entre los gobernantes del área qué hacer para reabrir la Agencia de Noticias Caribeña (CMC), única de su tipo en la región, que debió cerrar sus puertas por falta de fondos.

Cuando el ALCA entre en funciones no quedarían soluciones para salvar de la competencia a la CMC, cuando las agencias y cadenas televisivas norteamericanas se adueñen todavía más de ese espacio.

Tampoco le veo mucho futuro al banano que se cosecha y exporta desde las ínsulas del Caribe, y que es una de sus principales fuentes de divisas. Si el ALCA entra en el 2005, para el año siguiente habrán concluido las preferencias europeas a la fruta, luego que la OMC votara a favor de las reclamaciones de Estados Unidos en ese sentido.

No hay que olvidar que son transnacionales estadounidenses las que controlan las exportaciones de Centro y Sudamérica del banano, por lo que la competencia será a camisa quitada por conquistar los mercados, con clara inferioridad para los pequeños productores de las naciones que integran el CARICOM.

En materia agrícola, las exportaciones de Estados Unidos llevan la delantera por los grandes subsidios que reciben los granjeros estadounidenses, lo cual se une a una política de salvaguarda en la frontera. Ello explica por qué los frijoles y otros rubros norteamericanos llegan con mejores precios a las naciones al sur del Río Bravo, y del Estrecho de la Florida, lo cual se complementa con la exigencia de Washington para que los gobiernos del continente liberalicen los aranceles en detrimento de sus producciones nacionales.

Tienen toda la razón entonces los caribeños cuando piden que se les otorgue un tratamiento preferencial y diferenciado en las negociaciones que tienen lugar para conformar y dar vida al ALCA. Otra cosa sería certificar de por vida un estatus de apéndice que cortaría cualquier esfuerzo nacional por alcanzar un desarrollo económico sostenible y hacer frente a imperiosas necesidades sociales, entre ellas el avance acelerado del SIDA en la región. ¿ALCAÁribe? No parece la mejor opción.

28/02/2002

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