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![]() Xenofobia La hija pródiga de Don Dinero MARIO JORGE MUÑOZ LOZANO Un árabe-estadounidense del servicio de guardaespaldas del presidente George W. Bush, no fue dejado subir a bordo de un vuelo comercial de la American Airlines en Baltimore, Estados Unidos, el pasado 25 de diciembre. El piloto rechazó admitir en el avión al guardia, quien había presentado sus credenciales. "No vieron a un estadounidense, no vieron a un profesional de las fuerzas del orden: lo único que vieron era un árabe que no querían a bordo", dijo Ibrahim Hooper, portavoz del Council on Arab-Islamic Relations de Washington. El miércoles 12 de septiembre, un día después de los atentados terroristas contra New York y Washington, los musulmanes estadounidenses —viven siete millones en ese país— denunciaron el hostigamiento a que estaban siendo sometidos. En el "paraíso de la libertad y de los inmigrantes", se desataron fuertes expresiones de odio contra los árabes. "Hemos recibido denuncias de todas partes del país", expresó entonces Joshua Salaam, el coordinador de Derechos Civiles del Consejo para las Relaciones Islámico-norteamericanas (CAIR). Las agresiones y el odio llegaron incluso a la internet. Se registraron incidentes de todo tipo, desde insultos hasta amenazas de muerte, de incendio de mezquitas o de ataques con armas de fuego. En la Universidad de Texas, ubicada en Austin, los alumnos que usaban vestimenta islámica se quejaron de que la policía de la universidad les revisó los bolsos antes de dejarlos entrar a las aulas. Un vocero del departamento de policía del centro dijo no tener conocimiento de dichos incidentes. Los musulmanes tienen motivos más que sobrados para tener miedo, expresó Salaam. El CAIR recibió más de 200 quejas de hostigamiento y violencia a poco de sucedido el atentado de Oklahoma. Sin embargo, tras el ataque perpetrado el martes 11 de septiembre, los musulmanes estadounidenses ayudaron a las víctimas donando sangre, dinero, o trabajo. Hace unos días, la agencia Notimex reportaba que el número de quejas por discriminación en los puestos laborales de musulmanes, árabe-americanos y sikhs (secta india cuyos integrantes llevan barba y turbante por tradición) en Estados Unidos ha aumentado a más del doble desde el fatídico 11 de septiembre.
Llamarse Juan o Pedro; tener apellidos Gómez, Pérez... implica menores posibilidades de educación, comida y trabajo. Implica mayores posibilidades de ser asesinado por pandillas callejeras, morir a causa de una sobredosis, o en las cárceles. No son pocos los que prefieren cambiar sus nombres. No son pocos los abusos y la discriminación. Los 90' ya habían dado señales serias sobre el auge de la xenofobia. Pero este primer año del nuevo siglo lanzó el flagelo a sus mayores niveles, sobre todo luego de los acontecimientos del "martes negro". Los atentados sirvieron en bandeja a las fuerzas de ultraderecha la justificación necesaria para lanzar la más fuerte cruzada antinmigrantes de los últimos años. EL INMIGRANTE APESTA En el estrecho de Gibraltar, que enlaza el Mediterráneo con el Atlántico, frontera sur de la Unión Europea, con el buen tiempo de verano se registra una avalancha de barcas sin quilla con motor (las pateras), hacia las playas españolas. Según una asociación de trabajadores inmigrantes marroquíes, a los cientos de clandestinos muertos en las costas ibéricas hay que sumar los que fallecen en el inicio del camino, en la zona de Marruecos, y que son cuatro veces más: 3 924 ahogados en cinco años.
El flujo constante de inmigrantes clandestinos que arriesgan la vida no cesará mientras la distribución de la riqueza haga que tres cuartas partes del mundo vivan en diversos grados de pobreza. Frente a este movimiento hacia los países ricos, los gobiernos han optado por cerrar las fronteras. La Patrulla Fronteriza estadounidense, la Guardia Civil española o los Carabineri italianos continúan formando una barrera que intenta evitar el paso de los inmigrantes sin papeles. Sin embargo, el intento de limitación no obedece a la desaparición de fuentes de empleo. En Europa y en Estados Unidos, empresarios de todos los sectores confiesan pública o privadamente la necesidad de trabajadores inmigrantes. En la construcción inmobiliaria, en tareas no especializadas de hostelería y restauración, en la siembra y recolección en trabajos auxiliares en obras públicas, en el servicio doméstico, entre otras ofertas laborales, los inmigrantes son cada vez más buscados porque los naturales no aceptan la dureza y los bajos salarios de esos empleos. El cierre de las fronteras de los países ricos responde en algunos casos a compromisos electorales, al temor a una opinión pública más o menos manipulada y xenófoba y a razones populistas que pretenden satisfacer los temores de los naturales de esos países. Xenofobia, expulsión, fronteras cerradas y leyes restrictivas son la respuesta del norte rico a la gran marea de la inmigración. UN FENÓMENO MUNDIAL En la década del 90 se fortaleció violentamente en Europa el sentimiento xenófobo, que en varios países alentó el surgimiento y la consolidación de movimientos y partidos políticos de un nacionalismo iracundo. Con la crisis de los sistemas políticos, la globalización de la economía y el debilitamiento de la presencia del Estado nación, aparecieron y siguen apareciendo en el mundo argumentos sobre el nacionalismo, el populismo, el racismo, la xenofobia y las diferencias étnicas y religiosas. El principal problema estructural del capitalismo contemporáneo es el desempleo. Esta situación origina en la sociedad una fuerte resistencia a las migraciones dentro de un mismo país o desde países vecinos. Con la asimilación de nuevas tecnologías, a la vez que crecían las economías se registraba la destrucción de innumerables puestos de trabajo. La desocupación y la pobreza han cobrado récord históricos.
El fenómeno es mundial. Pero no se refleja de forma pareja. El 20% de la población del planeta vive en un primer mundo digital. Veinte de cada cien personas disponen de infraestructura, hospitales, educación y trabajo. Eso significa que ochenta de cada cien, en mayor o menor medida, no disponen de agua corriente, o de luz, malviven enfangados o en chabolas, comen lo que pueden y andan descalzos. Entre el primero y el tercer mundo existe una distancia económica y tecnológica real de decenas de años. Mientras en Europa se discute sobre la integración de repúblicas democráticas, África intenta poner de acuerdo a sus tribus; mientras en Estados Unidos se trabaja con el DVD, en América Latina se busca trabajo. Es evidente: Don dinero marca
la diferencia. Es el mismo que distancia a un excelentísimo jeque árabe
de un inmundo moro de las pateras; el mismo que pone a Bill Gate a
millones de años luz de una operadora de maquila en Centroamérica. El
dinero es el factor xenófobo por excelencia. |
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