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Temor al extranjero Xenos, en griego, significa extranjero; y phobos, miedo, aversión. Xenofobia significaría entonces miedo al extranjero, al otro, al desconocido. Sin embargo el término ha pasado esos límites para convertirse en odio al inmigrante. Lo peor es que la "limpieza étnica", como también le llaman, se ha convertido en parte de la cotidianidad. Según una encuesta realizada por V-Project Research Consulting de mayo de 1998, "el 83% de los griegos quiere deportar a todos los inmigrantes". Otros sondeos revelaron que "el 67% de los griegos siente aversión por los judíos", que "el 90% cree que los extranjeros roban los empleos a los nacionales" o que "el 75% odia (textualmente!) a los albaneses". Los skinheads alemanes o quienes buscan una Francia o un Estados Unidos puro, marchan por las calles de las grandes ciudades acunados por el "sagrado" derecho de la libertad de expresión. Se ven cada vez más esvásticas pintadas en las paredes o "adornando" la piel de la supremacía blanca. Esta guerra va desde los reiterados incendios a campos de refugiados o asilos de inmigrantes en Alemania o Francia, la muerte individual de extranjeros en España, quemar con cigarrillos encendidos a los discapacitados extranjeros que duermen en las calles o profanar los cementerios judíos. Es la misma discriminación que también se va legalizando, estructurando, en una Alemania que modificó su constitución para restringir la otrora generosa acogida a los emigrantes, a los "extranjeros selectos". La que se legalizó con el triunfo de la liga neofascista en las elecciones municipales de Italia. El primer mundo se ha ido acostumbrando a la xenofobia. La gente se ha deshumanizado, asiste impávida a su pérdida de valores. Es cierto, la vida aparece amenazada; el desconocimiento del futuro, la incertidumbre generan rechazo a lo desconocido y la búsqueda de que todo siga igual. El prejuicio a lo diferente, por su parte, se anquilosa en estereotipos: el judío, el negro, el árabe, el gitano, el sudaca o el homosexual son rechazados. El prejuicio es la versión
cotidiana de la xenofobia. Y es fácil diagnosticarlo: Occidente, por
ejemplo, se arroga el derecho de dividir a los pueblos en
"modernos" o "atrasados", "desarrollados" o
"bárbaros", como si fuera dueño de la medida universal con la
que juzgar y clasificar a los demás. |
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