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Música por Computadora

Toma y daca

Pedro de la Hoz

Cien puntos, no es hora de regatear calificaciones. Se lo merece la Conferencia Internacional de Música por Computadora ICMC 2001, que se despedía en La Habana con dos suculentos conciertos: Juan Piñera, Calixto Alvarez, Juan Blanco con estreno mundial echándole mano a un theremin que le obsequió el gran inventor norteamericano Robert Moog y rindiéndole homenaje a Alois Haba, pionero del microtonalismo; Jesús Ortega, Fernando Archie Rodríguez, Mónica O' Reilly, Irina Escalante y Carlos Fariñas con su imprescindible Impromptu.

LIBORIO NOVAL  

El contrabajista Iván Valiente y la violista Marta Salgado en uno de los conciertos de ICMC.

ICMC 2001, proyecto en el que hay que reconocer el aporte personal del norteamericano Andrew Schloss y los italianos Nicola Bernardini y Marco Trevisani, representó para nosotros un proceso de toma y daca. Más allá de que pueda comulgarse o no con ciertas estéticas, el saldo de los conciertos y de las sesiones teóricas ha sido impresionante, por permitir apreciar de primera mano el vínculo que se está dando entre ciencia y tecnología con el arte musical. Han venido figuras de primerísimo nivel en la composición por computadora, incluyendo a varios norteamericanos que con notable voluntad sortearon doblemente los escollos del traslado a nuestro país, de una parte las restricciones derivadas del bloqueo de Estados Unidos contra Cuba y de otra las consecuencias de los atentados a Nueva York y Washington. Precisamente, la ICMC 2001 devino plataforma para el diálogo, la solidaridad y el fomento de la paz.

Alberto Batista disertó en el trombón.

Nosotros también dejamos en los visitantes una imagen convincente y real de nuestra cultura musical. A las salas de concierto acudió gente joven como nunca antes en los programas de difusión de este tipo de música. La logística del Instituto Cubano de la Música y del Laboratorio Nacional de Música Electroacústica, dirigida por Enmanuel Blanco, probaron eficacia y lograron que un evento por primera vez realizado en un país del Tercer Mundo tuviera una repercusión social impensada en los países altamente industrializados, donde este sonido huele a vanguardia para ser consumida en círculos estrechos.

Quedó también el mensaje de excelentes ejecutantes del patio. Pongamos los casos del contrabajista Iván Valiente y la violista Marta Salgado que se las arreglaron para vestir de largo la compleja y emotiva composición Like the lily, de la norteamericana Frances White, multipremiada en la cita de Bourges; o el del trombonista Alberto Batista, quien dio una lección de fraseo, emisión, dicción y compenetración conceptual con la pieza de la joven japonesa Tomoko Nakai, Whirlpool for trombone and computer.

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