 Nostalgias
de un triple delegado FELIX LOPEZ
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RAUL LOPEZ
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Por estos días, el caricaturista Tomy, menos conocido como Tomás Rodríguez Zayas, anda sacudiéndose la nostalgia. Las noticias que llegan desde Argel lo devuelven, inevitablemente, a los tres Festivales Mundiales de la Juventud y los Estudiantes en los que participó como delegado:
"Una experiencia, confiesa, de la que no puede desprenderse un ser humano que haya tenido ese privilegio".
En 1973 fue elegido como candidato a un Festival, pero finalmente no estuvo entre quienes viajaron a Berlín. Cinco años después, en La Habana '78, anduvo como uno más entre los
18 000 jóvenes que asistieron a la primera cita fuera de Europa. Y en aquel abanico de razas, idiomas y tradiciones culturales encontró nuevos amigos y comenzó a comprender mejor la realidad del mundo.
"Eso es un Festival
—advierte Tomy. Es como un libro de nacionalidades, donde uno puede pasar
de una delegación a otra como si estuviera leyendo una historia real,
contada de primera mano. Y es una mezcla de fiesta, de la alegría propia de
la juventud, pero también de sueños, reclamos y serias reflexiones de los
males que han gravitado sobre la humanidad en cada uno de los períodos en
que se han realizado".
—¿De cuál guardas los
mejores recuerdos?
"Los dos celebrados en La Habana fueron extraordinarios. Pero el de Pyongyang fue para mi algo especial. Viajé a Corea un mes y medio antes, con la misión de la UJC de organizar lo que sería la casa club de Cuba. Aquella avanzada integrada por diseñadores, carpinteros, cocineros y periodistas tuvo que hacer maravillas para trasladar la imagen de la Isla al espacio que nos tocaba dentro del gigantesco Palacio de los Pioneros de la capital coreana.
"De La Habana había volado un IL-86 con 170 guacales. Con una motosierra cortamos toda aquella madera y construimos una reproducción de la Bodeguita del Medio, se diseñaron sitios de reunión y se creó un ambiente representativo de la cultura cubana. En aquel espacio también dejé montada una exposición personal de caricaturas.
"El día que
comenzó el XIII Festival —continúa Tomy— nos incorporamos a la
delegación cubana. Y desde ese momento comenzamos a recibir un trato
especial de los anfitriones. El pueblo coreano no sabía cómo agradecer la
actitud de nuestro país de no asistir, en gesto de solidaridad, a los
Juegos Olímpicos de Seúl. Además de una recepción en el Palacio de la
Magnolia, el presidente Kim Il Sung tuvo la deferencia de visitar la casa
club de la Isla".
—¿Y en medio de tanta
diversidad, qué unía a los jóvenes presentes?
"A los latinoamericanos, por ejemplo, más que el idioma y la historia común, nos unía el Che Guevara... También sobresalía la presencia de nuestros hermanos ex socialistas. Aquel fue el último Festival al que asistieron defendiendo un sueño, que años después se les escapó de entre las manos. Seguro que por Argel debe de extrañárseles, de sentirse su ausencia".
—Imagino que un
humorista como tú debe guardar alguna anécdota graciosa de ese
encuentro...
"El traductor que le asignaron a la avanzada de la Isla pasó un mes y medio tomando clases de nuestras costumbres y bromas. El día que llegó la delegación, y ante la presencia de hermosas cubanas, aquel coreano que parecía tímido nos sorprendió a todos con una singular bienvenida: Hasta aquí la teoría, hoy empiezan las clases prácticas.
"Hay muchas otras anécdotas, pero lo que más uno recuerda es el esfuerzo, la organización y la belleza de los espectáculos de inauguración y clausura con que Pyongyang nos sorprendió a todos. Y junto a ello, el cariño y el respeto mostrado por la Revolución cubana, en un momento difícil de la historia y de las relaciones internacionales".
—Tomy, otra vez me
confesaste que los Festivales eran probablemente el lugar donde habías
hecho más caricaturas personales, me gustaría saber cómo imaginas al de
Argel a través de una de ellas:
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