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Entre historias y senderos La labor de alumnos y profesores de una escuela y su integración con la comunidad Ortelio González Martínez En este lugar hace casi 106 años, quizás en un día límpido como hoy, dos hombres imprescindibles en las guerras de independencia se estrecharon en un fuerte abrazo y quedaron en silencio unos segundos, al calor de los demás integrantes de las tropas y resguardados por un bosque que ya no existe.
Al lado de este lugar, donde cayó el patriota Angel del Castillo, en septiembre de 1869, Gómez y Maceo formaron el Ejército Invasor. En noviembre de 1895, en los potreros de la localidad avileña de Lázaro López se encontraron Máximo Gómez y Antonio Maceo, poco después de que el Titán de Bronce, al frente de El tiempo no pudo borrar las huellas de aquel trascendental encuentro en el que ambos jefes prepararon la ofensiva hacia occidente. Casi toda la estrategia futura de la invasión se trazó en este lugar, según narra José Luciano Franco en el Tomo II del libro Antonio Maceo, apuntes para una historia de su vida. La conversación entre los dos patriotas transcurrió ante unos pocos testigos y, un día después, el Generalísimo le improvisó al Ejército Invasor, recién constituido allí, la conocida arenga: "Soldados: la guerra comienza ahora. La guerra dura y despiadada. Los pusilánimes tendrán que renunciar a ella. Solo los fuertes e intrépidos podrán soportarla..." Aunque los hechos se encargaron de engrandecer al poblado, de no ser por la incesante investigación de un grupo de profesores y alumnos del internado de Enseñanza Primaria Angel del Castillo, tal vez parte de la historia pudiera andar solapada en los potreros, o detrás de las vetustas paredes de cualquier casa de la zona. Todo cambió a inicios del pasado año, con la creación de la Unión de Historiadores en ese lugar. Muchas anécdotas se conocían, más corrían de boca en boca de los nativos, hasta perderse en leyendas y misterios no esclarecidos con exactitud. Zaily Castillo Carmenate, alumna de sexto grado del internado, jefa de colectivo y delegada al III Congreso Pioneril, asegura que su horizonte cognoscitivo se amplió con el aprendizaje de la historia local, esos pequeños detalles que engrandecen la lucha que durante años libramos los cubanos hasta obtener la total independencia, el Primero de Enero de 1959. Con un don de futura historiadora, habla del encuentro de Gómez y Maceo, de la formación allí del Ejército Invasor, del fuerte español que existió en la zona, y de los hallazgos que dan cuenta de la presencia aborigen. "Nosotros, lo primero que hicimos —asegura— fue integrarnos a un círculo de interés y visitar las viviendas para hablarles a los pobladores de todas las cosas bonitas que guarda este lugar. "Fuimos casa por casa, y también les pedíamos que cuanto objeto se encontraran lo entregaran. Eso dio resultado y hoy tenemos en la sala de historia varias piezas aborígenes, y hasta plomos de balas y machetes larguísimos utilizados por los mambises." Nos lo advierte Orelvis Hernández Mendoza (El Chino), quien transpira historia por los poros: "después que dijimos en la comunidad que hasta una piedra podía tener importancia, a cada rato recibimos varias de estas. Incluso, tenemos aquí algunas de gran valor". "A nuestros alumnos tratamos de enseñarles la historia para que la dominen con profundidad. Es poco conocido —precisa— que entre las banderas enarboladas por la tropa de Máximo Gómez durante la guerra del 95, ondeaba una que Clotilde Agüero y Cepeda, maestra durante más de 25 años en escuelas de Ciego de Avila, había confeccionado por encargo de Martí, durante un encuentro que sostuvo con ella en Veracruz, México." Aquí conocí que Pedro López Gálvez (Periquito), sargento de primera del Cuarto Regimiento de la tropa de Maceo y uno de los hombres destacados en la batalla de Mal Tiempo, terminada la guerra del '95 vivió en Lázaro López el resto de su vida; que Angel del Castillo combatió como internacionalista en la Guerra de Secesión, en territorio norteamericano y, antes de morir el 9 de septiembre de 1869, al tratar de rendir el fuerte español de la zona, lanzó la heroica frase: "vengan a ver cómo pelea un general cubano". EL PRETEXTO DE LOS QUE SABEN QUERER El mayor regocijo para los alumnos y trabajadores del centro es que cada persona firme el libro del visitante y antes de marcharse lea en la salita de historia la frase de Máximo Gómez, pronunciada en Lázaro López cuando improvisaba la conocida arenga: "el día que no haya combate será un día perdido o mal empleado". |