 Dos siglos de huracanes en Cuba Orfilio Peláez Tras varios años de estudios y minuciosa recopilación de datos, especialistas del Centro Nacional del Clima del Instituto de Meteorología, actualizaron la cronología de huracanes que azotaron a Cuba entre 1799 y el 2000.
Según los resultados de esta investigación, durante ese período nuestro país sufrió los embates de 103 organismos tropicales con esa categoría (vientos máximos sostenidos iguales o superiores a los 118 kilómetros por hora), para una frecuencia nacional de impacto de un huracán cada dos años.
El doctor Ramón Pérez, autor principal del interesante trabajo, indicó que a partir de la amplia documentación consultada y las enseñanzas y recomendaciones del fallecido meteorólogo cubano Roberto Ortiz Héctor, todo un experto en la climatología de los ciclones tropicales, pudo estimarse cuáles han sido los diez huracanes más intensos registrados en el archipiélago cubano en los últimos dos siglos.
La lista la encabeza la célebre Tormenta de San Francisco de Borjas, que castigó a La Habana los días 10 y 11 de octubre de 1846, y cuyos vientos huracanados se sintieron hasta las proximidades de los actuales límites de las provincias orientales. A su paso por la capital, se registró un valor mínimo de presión atmosférica de 916 hectopascal, el más bajo reportado en la Isla hasta la fecha. Por supuesto, este fortísimo meteoro clasifica dentro de los contados casos de huracanes categoría 5 (vientos superiores a los 250 kilómetros por hora) en la escala Saffir-Simpson, que han pasado sobre territorio cubano.
Esta relación incluye, sin ubicarlos en un orden específico, a la llamada Tormenta de San Francisco de Asís, 4 y 5 de octubre de 1844; el huracán de Pinar del Río, del 7 al 9 de octubre de 1882; el de los cinco días, que causó cuantiosos daños en el extremo más occidental del país entre el 14 y el 18 de octubre de 1910; y el de Nueva Gerona, el día 25 de septiembre de 1917. Completan el grupo de los grandes (todos con categoría 4 y 5), el huracán del 19 de octubre de 1924, castigó también la porción más oeste de Pinar del Río; el famoso ciclón del 20 de octubre de 1926, el del 18 de octubre de 1944, y también el del 9 de noviembre de 1932, cuya penetración del mar arrasó con el poblado de Santa Cruz del Sur y provocó unos 3 000 muertos; y el Fox, de octubre de 1952, que registró vientos máximos en rachas de hasta 280 kilómetros por hora, en la estación meteorológica de Cayo Guano del Este, al sur de Cienfuegos.
Como puede apreciarse, la mayoría de los fuertes ocurrieron en octubre y azotaron fundamentalmente a la región occidental de Cuba.
El estudio permitió comprobar que los ciclones tropicales presentan una gran variabilidad interanual, no solo en la cantidad, sino también en la intensidad y zonas de formación en el Atlántico, Golfo de México y mar Caribe. Asimismo, corroboró que el evento ENOS (El Niño/ Oscilación del Sur), constituye un importante factor modulador de la actividad ciclónica en nuestra área geográfica, es decir cuando ENOS está presente tiende a ser mínima, y cuando desaparece, el número de organismos tropicales suele ser superior a la media anual.
Otra de las valoraciones del estudio señala que si el incremento de la temperatura superficial del mar observado desde 1995 se mantuviera en los próximos años, junto con el renacer del surgimiento de tormentas tropicales en el mar Caribe, la amenaza de ciclones sobre Cuba podría ser similar a la del período 1940-1970.
Por sus aportes al conocimiento de los huracanes,
este trabajo científico mereció el premio Benito Viñes que otorga la Sociedad Meteorológica de Cuba (SOMETCUBA)
y fue seleccionado como resultado destacado del CITMA
en el año 2000.
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