Nace la Unión Africana

Una luz desde Lusaka

ELSON CONCEPCION PEREZ

Difícil, pero posible. Y Africa lo necesita más que nadie.

El nacimiento de la Unión Africana (UA) debe ser la continuación de un proceso integrador de países con grandes potenciales económicos, pero víctimas aún, en su gran mayoría, de los embates del colonialismo que los explotó hasta muy reciente fecha, y, luego, de las luchas tribales y étnicas, y del sistema capitalista neoliberal que ha hundido economías y llevado a la hambruna a cientos de millones de ciudadanos.

Con la luz prendida en la reciente cumbre africana de Lusaka, se dio inicio a un proceso en el que la Organización para la Unidad Africana (OUA), fundada hace 38 años, dará paso en los próximos 12 meses a la Unión Africana, nacida con este siglo, y prometedora de dar un vuelco en todos los sentidos al continente donde el capitalismo exhibe su mayor fracaso.

Cuando se analiza la situación africana, no la exhibida en las películas de Hollywood, donde solo se muestran exuberancias de la flora y la fauna, sino la que existe detrás de esas riquezas, como son el hambre, las enfermedades, el SIDA y el analfabetismo, entre otras; hay que preguntarse cuánto han dejado de hacer Estados Unidos, Europa y otros países ricos en bien de la población africana.

La respuesta es clara: nada han hecho, que no sea saquear sus riquezas, dividir los países, incentivar los conflictos y, por supuesto, venderles muchas armas.

Algunas cifras desnudan esa crítica situación: en el Africa Subsahariana la tasa de mortalidad infantil es de 107 por mil nacidos vivos en el primer año, y 173 por mil antes de cumplir los cinco años de vida.

En esa región, además, casi un 30 por ciento de la población morirá antes de arribar a los 40 años.

Se encuentran allí 23 de las economías con el índice de desarrollo más bajo del planeta. Un 50 por ciento de la población adulta es analfabeta.

Agréguese a esto, que el SIDA ha matado a más de 17 millones de africanos y otros 26 millones se encuentran infectados; mientras 13 millones de niños son huérfanos, por haber muerto alguno o ambos padres a causa de ese terrible mal.

Y, para al menos controlar esa y otras enfermedades que amenazan con hacer desaparecer a generaciones completas y hasta países, Africa necesita de la ayuda internacional, de medicamentos, y de la creación de una infraestructura de salud que no tiene. Urge de médicos y enfermeras, y también de esfuerzos internos, de la unión de sus naciones para enfrentar de conjunto los retos de hoy y de mañana.

UN TERRITORIO COLONIAL EN EL SIGLO XXI

La naciente Unión Africana se encuentra, además, con una situación bochornosa e irracional como es que, aún en el siglo XXI, exista allí un territorio colonial, la República Arabe Saharauí Democrática (RASD), colonizada por otro país africano, Marruecos, apoyado por una que otra potencia europea.

En la reciente cumbre de Lusaka, el reino marroquí se volvió a quedar aislado cuando fracasó en su intento de impedir la incorporación saharauí a la nueva Unión Africana, objetivo que había perseguido infructuosamente en tres ocasiones anteriores en la OUA.

Se da en este caso uno de los ejemplos más elocuentes de cómo se irrespetan las decisiones y resoluciones de la ONU, que determinaron hace décadas la independencia y soberanía saharauí en aquellos territorios, así como los reclamos de la comunidad internacional para que se haga un referendo, como lo aprobó esa misma organización y sean los saharauis, sin intervención foránea, quienes decidan su presente y su futuro.

Sería algo así como mantener una espina en la garganta, no encontrar una solución a este conflicto. Deben cortarse las manos a los intereses que impiden que la Unión Africana sea liberada de tan triste herencia colonial.

UNA GRAN IDEA, UN GRAN RETO

Cuando el presidente de Libia, Muammar el Khadafi, propuso y apoyó la creación de la Unión Africana, bastante escepticismo reinaba no solo en aquel continente, sino en un mundo donde el tan necesario compromiso de luchar unidos, parece un sueño y muchas veces hasta una fantasía.

Sin embargo, las naciones africanas, del norte y el sur de esa región, se han ido incorporando poco a poco a esta idea que hoy empieza a ser una realidad.

No hay dudas que el gran reto de la Unión Africana es el enfrentamiento a la pobreza, a las enfermedades y los conflictos armados que azotan a este continente.

La experiencia de su antecesora, la OUA, que contribuyó a la independencia de decenas de naciones ocupadas por las metrópolis hasta hace dos o tres décadas, más la pujanza de muchos gobernantes y líderes de esa área geográfica en la que habitan 800 millones de personas, deben dar la autoridad necesaria a la Unión Africana para continuar con nuevos bríos la obra iniciada, que no debe concluir hasta tanto Africa pueda conocerse, no solo por sus paisajes, su flora y su fauna exóticos, sino por la unión entre sus pueblos y su contribución a que desaparezcan los males que hoy la agobian.

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