Cubanos en Paraguay

En General Bruguez ya no hay que cruzar el puente

Texto y fotos: ORLANDO ORAMAS LEON
Enviado especial de Granma

El puente de Remanso es una bella obra de ingeniería que se levanta sobre el río Paraguay. Su cabecera marca el límite de Asunción, y del otro lado comienza el Chaco paraguayo, de enorme extensión territorial y baja densidad poblacional, apenas 0,4 habitantes por kilómetro cuadrado.

Pareciera como si la naturaleza hubiera puesto al río allí para dividir y diferenciar al occidente y el oriente de este país sudamericano, cuya mediterraneidad confiere gran valor a su enorme red fluvial, por donde transita la mayor parte de sus exportaciones.

Cruzar el puente conlleva entrar al otro Paraguay. Del lado derecho quedó la región más desarrollada y de mayor concentración demográfica. En el occidente se presentan al visitante las llanuras arenosas, donde las cercas dividen a las extensas estancias ganaderas. La vista se pierde en el horizonte, sin poder apenas avistar los recursos naturales que se esconden en su subsuelo, y que fueron objeto de la voracidad imperial.

Uno de los principales conflictos interamericanos ocurrió en el Chaco. Las apetencias de la Standar Oil y la competencia de la Royal Dutch Shell incitaron la confrontación entre Bolivia y Paraguay. El número total de muertos se ha calculado en 
120 000, de ellos 70 000 bolivianos y 50 000 paraguayos.

La mayoría de ellos no murió a consecuencia de disparos de bala, sucumbió por hambre o sed. No en balde aquella fue calificada como la guerra del agua. Detrás de históricos diferendos fronterizos se escondían las reservas petroleras descubiertas en el Chaco.

La contienda concluyó en 1935. Pero no fue la más sangrienta para este país. El siglo anterior Paraguay había perdido casi toda su población masculina, exterminada en la agresión del Brasil imperial y la Argentina oligárquica de entonces.

YA NO HAY QUE IR A BELGRANO

Belgrano es una localidad argentina que antes formaba parte del Chaco paraguayo. Allí hay un hospitalito adonde acudía la población paraguaya asentada en esa zona fronteriza. La mayoría de sus habitantes vive en la pobreza.

En General Bruguez, justo en la frontera, hay un pequeño puente que une a ambos países y pende sobre las aguas oscuras del río Pilcomayo. Lleva el nombre del ex presidente argentino Juan Domingo Perón. Por allí cruzaban los bruguereños para atender sus urgencias y padecimientos, pues en el puesto de salud no había médico desde hacía unos cuatro años.

Ahora el puente se presenta desierto al periodista y ni la guardia argentina ni la paraguaya aparecen a la vista. Los que antes iban al otro lado para recibir atención sanitaria, ahora tienen al doctor Nelson Rodríguez del Toro, de Jovellanos, quien precisamente el día de la foto arribó a los 32 años. En General Bruguez ha celebrado sus dos últimos cumpleaños.

Su mayor satisfacción es tener en cero la mortalidad infantil y materna en su centro de salud, aunque le duele pensar en el niño que vio enterrar en el propio patio de la instalación. "Ya venía muerto en el vientre de la madre, a la que trajeron de una comunidad muy lejana que no tiene médico".

Pero lo cotidiano es que salve vidas y no que reciba en sus manos a la muerte. Hace poco encontraron en el campo a un niño abandonado y totalmente deshidratado. "Lo tuve conmigo varios días y ya anda correteando por el pueblo, donde una familia pobre, pero amiga, lo adoptó", me cuenta mientras una nube de arena se arrastra por la localidad.

Una de las dificultades que encuentra para su labor es la inestabilidad de la población en la zona. "Están contratados por un tiempo en las haciendas ganaderas. Vas y te encuentras 10 ó 15 niños, los vacunas y cuando regresas para ponerles la segunda dosis o seguirles tratamiento resulta que esas familias emigraron".

También se ha enfrentado a la incomprensión. Recuerda a aquel muchacho del caserío de Pando al que le hirieron con un hachazo en un pie. "Le habían suturado incorrectamente la herida, visiblemente infectada. Estaba a punto de perderlo. Abrí y se le veían los huesecillos. Empecé a hacerle curas diarias para que sanara y cerrara por sí misma".

Sin embargo, la gente de Pando vio con suspicacia el tratamiento e incluso alguien llegó a decir que el cubano le estaba cortando la pierna al muchacho. Todos los días llegaba alguien con cualquier pretexto para echar un vistazo.

"Cuando lo vieron caminar a los 40 días vinieron a disculparse. Ahora no dudan en acudir a mí, y hasta de Argentina nos llegan pacientes", afirma Nelson, a quien sorprende la llegada de la comisión de salud, que preside el juez del pueblo, don Darío Cabanella, para anunciarle que la fiesta de cumpleaños solo espera por él.

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