Simplemente Guayabita

Marilyn Blanco
Fotos: Diego Estrella

Es la bebida típica de la provincia de Pinar del Río. Nadie se atreve a encasillarla, por eso no la llaman ni ron, ni Wiskie ni ningún otro nombre, de ahí que la denominen simplemente como "La Guayabita del Pinar", el sabroso licor de Vueltabajo que tiene su historia, seca o dulce y que ha sabido traspasar las fronteras.

Sus orígenes se pierden en los tiempos de la colonia, cuando algunas familias de España se establecieron en las márgenes del río Cuyaguateje y comenzaron a cultivar el tabaco en pequeñas parcelas, desde finales del siglo XVI.

Fue costumbre antiquísima entre los vegueros pinareños tomar por las mañanas, en los meses de frío, algún licor espirituoso para entrar al surco mejor dispuestos, donde la colecta de la hoja empapaba las ropas y el cuerpo se lo sentía.

Al principio, como es natural, el hombre de campo en las mañanas borrascosas tomaba aguardiente, la primera bebida cubana derivada del guarapo, jugo de la caña de azúcar, que había que fermentar primero y alambicar después.

De esa forma se entraba en calor, y la dura faena del veguero se hacía más llevadera dentro de las húmedas plantaciones. Pero el aguardiente es un licor áspero, el cual ciertamente hace honor a su nombre, y más que por vicio lo ingiere por pura necesidad.

Resulta que por la zona, a la sombra de los pinares, en las orillas de los arroyos y los salientes de alguna que otra laja de las colinas vueltabajeras, crecía silvestre una planta indígena, guayabo de pequeño tamaño, que daba una frutilla que, por su diminutivo porte, mereció el nombre de guayabita, feliz bautizo dado por aquellos isleños.

Nadie podría decir a ciencia cierta cómo ocurrió ese casual encuentro entre la guayabita y el viejo aguardiente, sublime unión a la que más tarde se adicionó el azúcar para dar después de algún tiempo engarrafado un prodigio de la alquimia: la Guayabita del Pinar.

Es en 1892 cuando la Guayabita toma identidad y deja de ser un compuesto casero, que resurge como producción industrial en el vetusto caserón de Isabel Rubio número 189, entre Sol y Virtudes, en la capital pinareña, lugar que actualmente ocupa.

Cuando en 1871, a diez kilómetros de Bilbao, en la aldea de Baguio, nació Lucio Garay Zabala, los hombres de Vueltabajo, en Cuba, estaban lejos de imaginar que aquella deliciosa bebida sería carta de triunfo y lo que para ellos era común se volvería algo extraordinario al pasar los años.

Junto a su hermano Fulgencio, Lucio viajó a La Habana en busca de fortuna, en su mente traía frescos los recuerdos de mostos y vinos.

De sus relaciones con otros peninsulares, el 24 de junio de 1892 sacan al mercado el coñac El Globo. Ese mismo año Garay registra otros dos productos: anís El Portador y el coñac La Africana.

Lucio, en la búsqueda de nuevos mercados, se traslada a Vueltabajo donde están los vegueros de la aromática hoja y raras costumbres, quienes ansiaban aquel trago que además de calentar la garganta en los días de húmedas mañanas, se le comentaban virtudes medicinales y digestivas.

El negocio de la Guayabita marcha. Desde 1892 van aumentando las partidas y la bebida se convierte en la reina de Vueltabajo. Si bien es cierto que partió de un licor conocido, a Lucio le sobraron méritos porque supo valorar y hacer aún más popular a la Guayabita del Pinar; también estableció las medidas efectivas para la fabricación y obtuvo la primera patente para su producción industrial

Hay que añadir un detalle: el añejo aguardiente con el tiempo fue sustituido por el alcohol, obtenido por destilación de las mieles finas que pródigamente hacían en los numerosos ingenios de la nación. De esta forma, disoluciones alcohólicas, azúcar blanca, la frutilla del guayabo enano, más la complicidad del tiempo en los bocoyes, producían el néctar de los dioses blancos y negros, sujeto en ese entonces bajo la mano de Lucio Garay, a un proceso más uniforme, para bien del paladar exigente en lo que a catadores se refiere.

La Guayabita seguía imponiéndose como licor de primera calidad. Con el crecimiento de la demanda, el negocio de Lucio se amplía y el 3 de marzo de 1904 inscribe en el libro de marcas y patentes a su fábrica La Occidental, precursora por vía directa de la añeja fórmula que ha llegado íntegra hasta nuestros días para deleite del moderno libador.

Lucio fue un defensor pertinaz de las bondades de su licor, y para demostrar que los hechos iban más lejos que las palabras, envía una muestra a la Exposición de licores cubanos, realizada en La Habana en 1911, donde la variante de la Guayabita del Pinar seca gana el Gran Premio.

Fue así como el sonriente propietario ve de una vez y por todas el despegue definitivo de la criatura que ha adoptado como suya.

Es en 1925 cuando la Guayabita recibe el más grande premio en vida de Lucio Garay: la Medalla de Oro en la Feria Internacional de Roma. Compitió allí la indígena bebida con acostumbrados vinos y coñac de la más rancia estirpe y abolengo, y en buena lid impone su condición de reina indiscutible para mayor fortuna de la familia Garay.

La calidad del licor se ha mantenido invariable bajo la producción estatal. Roberto Ortega Falero, administrador de la fábrica actualmente, refirió que primero hay que recolectar la frutilla durante julio y agosto, únicos momentos del año en que ocurre la fructificación, más tarde es preciso seleccionar la fruta porque la madura se deja para semilla.

"Todos saben –dijo- que es una planta endémica de la región, que no se puede encontrar en otra área del mundo y por tanto hay que sembrar las semillas para mantener ese prodigio de la naturaleza. Gramales, Sumidero, Bajas, Punta de la Sierra, Bolondrón, Cuchillas de San Simón, El Llano, El Moncada, San Diego y el Cerro de Cabras, son, entre otros, puntos donde pueden encontrarse creciendo silvestres los guayabos enanos, que dan las frutillas para elaborar la deliciosa bebida".

La Guayabita seleccionada se pone a macerar en toneles de roble llenos de solución alcohólica rebajada al 50 por ciento; en cada barril de 500 litros se echan dos quintales de la fruta, donde permanecerán en ese estado durante 30 días como mínimo, suficientes para que el alcohol se impregne con el olor y sabor de la guayaba.

Este alcohol con el tiempo que pide la prudencia, se pasa a la reveladora, en la cual se miden las proporciones que irán al tanque surtidor, lugar en el que la mezcla se deja reposar durante 24 horas para que decanten las partículas en suspensión. No se puede olvidar que entre los ingredientes se encuentran el azúcar refino, maceración del roble y agua desmineralizada.

Cuando se tiene el grado alcohólico deseado, para lo cual es fundamental la labor en el laboratorio, el licor se pasa a la bodega de añejamiento, donde la Guayabita seca permanecerá por espacio de tres meses, mientras que para la dulce con dos es suficiente.

El tiempo de reposo es uno de los principales secretos del proceso, porque si se le da más de lo debido a la disolución puede absorber el sabor de la madera del tonel y si se le da menos, puede perder entonces y no fijar el sabor de la guayabita...en fin, magia de la alquimia etílica.

En estos momentos la fábrica pinareña se somete a un proceso inversionista para ampliar sus capacidades ante su gran demanda. Es propósito llegar este año a las 100 000 cajas, siempre seguir creciendo.

Por otra parte, como se ha dicho, la base de la bebida está en los campos y para asegurar las plantaciones del guayabo enano, están establecidas las bases de un desarrollo de la especie que descansa en la biotecnología, gracias al propio trabajo conjunto con la Universidad Hermanos Saíz de Pinar del Río y es política de la industria atender las nuevas plantaciones que puedan ir surgiendo, sin descuidar las que crecen silvestres en las montañas

Como se aprende a comer, peinarse o a vestirse de forma adecuada, ocurre igualmente con las bebidas espirituosas: hay que saberlas tomar, degustarlas en el mejor momento y con maneras civilizadas. Ese es precisamente el propósito de esta invitación a la Guayabita del Pinar, que es decir ofrecerles a través de las sensaciones del buen gusto una parte de la cultura pinareña surgida a raíz de nuestros ancestros.
Periódico Guerrillero. http://www.guerrillero.co.cu/

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