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Aniversario 40

Vigencia de Palabras a los intelectuales

LUIS SUARDIAZ

En los sesenta solía decirse: la Revolución es el hecho cultural por excelencia. Hoy no suele ponerse en circulación esta definición, pero su vigencia no puede negarse, en medio de la gigantesca transformación cultural que protagoniza el pueblo cubano, desde los niños a los ancianos. Ahora bien, ningún proceso radical, y menos el nuestro, alcanza estos resultados de manera subterránea, sino día a día, hasta conformar etapas bien definidas.

Las reuniones con los intelectuales en 1961 derivaron hacia el Primer Congreso de Escritores y Artistas y al nacimiento de la UNEAC.

Al júbilo popular de enero de 1959 le siguió la imprescindible organización, el orden, la proyección y la planificación. Desde el principio, junto a la defensa y la producción, afectada por la tiranía y por el desarrollo de la guerra de nuevo necesaria, se le prestó una atención excepcional a la educación. Pronto no quedó un maestro sin aula ni un niño sin escuela. Y esa fue la simiente. No debemos olvidar, además, que mientras se avanzaba hacia el Año de la Educación, se estimulaba un estupendo movimiento de aficionados al deporte y se formaban los primeros instructores de arte, fenómeno social sin precedentes que los que hoy tienen cuarenta años no pudieron vivir y los de cincuenta apenas recuerdan, aunque mucho influyera en sus vidas.

Ya en el Primer Encuentro de Escritores y Artistas, efectuado a fines de octubre de 1960 en Camagüey, en cuya preparación falleció el primer teniente del Ejército Rebelde y notable poeta Rolando Escardó, cerca de 1 000 participantes condenaron al imperialismo, al coloniaje, a la discriminación racial, subrayaron su solidaridad con la lucha de Argelia y el Congo, liderada esta última por Patricio Lumumba, que meses después sería asesinado, y a la vez se pedía la creación en nuestro país de Talleres de Formación Artística que no solo sirvieran a los nuevos creadores, sino orientaran la formación patriótica del pueblo.

También se manifestaba la adhesión al Congreso de Escritores y Artistas que habría de celebrarse el 18 de agosto de 1961. Ese día se cumplían 25 años del asesinato de García Lorca en Granada.

El último acuerdo del Encuentro era de suyo explícito: participantes de todo el país, y de tendencias y especialidades diversas, se pronunciaban por un amplio debate de la problemática cultural, partiendo de la absoluta libertad de formas y estilos dentro del más amplio espíritu revolucionario.

Y justamente con esa divisa el Comité Gestor del Congreso comenzó sus labores el 10 de abril, menos de una semana antes de la invasión mercenaria por Playa Girón, con un discurso sustancial de su presidente, Nicolás Guillén, en un momento patriótico y creativo en el que no faltaban las tensiones y las contradicciones estéticas, regionales, generacionales, filosóficas y políticas, mientras el imperialismo, con su proverbial falta de escrúpulos, intentaba, usando todo tipo de argumentos, dividir y confundir. Exactamente a los dos meses de iniciarse la invasión que fracasó estruendosamente, el 16 de junio comenzaron las reuniones de un grupo de intelectuales residentes en la capital con Fidel y otros dirigentes de la Revolución en la Biblioteca Nacional José Martí. En la tercera y última sesión Fidel pronunció el discurso que se conoce como Palabras a los intelectuales que cuatro décadas después no ha perdido vigencia porque, sin soslayar las inquietudes del momento, expresaba la esencia de la cultura y la Revolución en nuestras condiciones concretas.

Como han ratificado los hechos, Fidel afirmó que no había por qué preocuparse por la libertad de creación, porque precisamente la Revolución creaba esas condiciones en vez de negarlas y no solo eso, sino que dignificaba el trabajo de los intelectuales y trabajaba por capacitar a las nuevas generaciones así como elevar sin cesar el nivel cultural del pueblo, con una política abierta a los principales exponentes de la cultura universal, sin fomentar ni aceptar privilegios como en el pasado y expresó: Somos un producto de la selección, pero no tanto natural como social (...) La selección natural dejó en la ignorancia a quién sabe cuántos jóvenes superiores a nosotros (...) y el que se crea artista tiene que pensar que por ahí se pueden haber quedado sin ser artistas muchos mejores que él.

Llamó ya entonces Fidel a librar una batalla contra la incultura, destacó el hecho verdaderamente conmovedor de una anciana que había sido esclava y con 106 años acababa de aprender a leer y escribir. Así avanzaba la obra de la Revolución, en beneficio de la nación en su conjunto y por eso: nadie puede alegar un derecho contra ella.

Han pasado cuarenta años ejemplares en nuestra historia y, contra viento y marea, descabezando conspiraciones y agresiones, resistiendo bloqueos y sabotajes de todo tipo, la inmensa mayoría del pueblo ha sido protagonista de esta hazaña que demuestra la justeza y la vigencia de Palabras a los intelectuales.

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