Desde el sur de Olancho, Honduras

Eugenio contagió a todos en El Bijao

DIEGO RODRIGUEZ MOLINA
Enviado especial de Granma

EL BIJAO, Olancho.—En esta comunidad del departamento hondureño de Olancho, donde contrastan los grandes hacendados y latifundios ganaderos con la pobreza extendida como pastizales, entre cientos y miles de peones de esa rama y los cultivadores de café y maíz relegados a las zonas más altas, el siglo empezó acelerándole latidos a la vida y animando a innumerables necesitados.

Los primeros sorprendidos, a la vez que beneficiados, son sus pobladores, esparcidos en valles, laderas y cimas de montañas. Unos le dan explicaciones sobrenaturales, de que si fue enviado por un poder sobrenatural, otros son más objetivos, lo cierto es que todos asocian lo ocurrido con la llegada en febrero último del médico cubano Eugenio Suárez Utria, especialista en Medicina General Integral, y primer galeno que se interna en la zona, donde sus habitantes para llegar temprano a la consulta salen de sus aldeas a pie o a caballo a las 2 ó 3 de la madrugada, cargando a enfermos en parihuelas o hamacas, si es que el médico no está en sus frecuentes recorridos por esos caseríos o va al encuentro ya de los más graves, igualmente valiéndose de la tracción animal o de sus propios pies.

Entre tantos casos de la cotidianidad aquí me recuerdan a aquel hombre de Rancho Quemado, que después de varias horas de sangramiento intenso por herida de más de ocho centímetros en la frente al caerse del caballo, trajeron inconsciente y asistió el médico en condiciones adversas, y ni siquiera pudo suturar dado el excesivo tiempo transcurrido, pero vendó con esparadrapo tras aplicarle antibiótico, antinflamatorio y analgésico y mantuvo en observación allí hasta que ingresó en su hogar con suero y pronto restableció. Tal fue el agradecimiento, que desde el lecho se hizo activista voluntario de salud.

Y en ese mismo centro de salud, pese a lo imposible que parecía hospitalizar y la limitante de alumbrarse aún con vela o linterna, ingresó y salvó a un niño de dos años deshidratado muy grave, al que atendió allí durante días, al no poderlo trasladar los padres por falta de recursos, ya que el transporte al hospital más cercano cuesta 700 lempiras, equivalentes a 40 dólares. Así ha ido haciendo del pequeño local un centro más integrado a las urgencias y necesidades.

"Jamás había trabajado tanto —me confiesa la auxiliar de enfermería—, son jornadas de hasta 10 horas y guardia de 24 horas ininterrumpidas. Hemos tenido días de 60 a 70 pacientes atendidos en consultas", precisa, y aclara que el doctor realmente no tiene horario, está dispuesto día y noche, siempre amable y servicial, subrayaron pacientes con satisfacción sellada junto a heridas bien cicatrizadas o enfermedades curadas con más amor que medicinas.

"Y un hombre limpiando con una escoba en el pueblo jamás se veía —me comenta un vecino—, pero el médico ha contagiado hasta a los más machistas en los trabajos voluntarios de saneamiento, que ahora ellos preguntan cuándo es la próxima movilización, dedicada además a chapea, construcción de letrinas, siembra de árboles...".

Son apenas algunos de los nuevos conceptos y estilos de vida llegados con el doctor Eugenio, y que ahora transforman los viejos criterios de atención en salud, "más cercana a las familias y la comunidad, así como vinculados a la aplicación de la medicina natural y la activa y sistemática participación de la gente en la solución de sus problemas de salud...", agrega el joven del oriental Central Maceo, que terminó la Licenciatura de Enfermería con Título de Oro, se hizo médico y ahora, según sus palabras, encuentra en esta misión de Centroamérica "... la mejor escuela como profesional, y que me hace, al mismo tiempo, cubano más integral", mientras continúa hablando orgulloso de cómo aprecia aquí en mayor medida los avances de su país y su respeto por derechos humanos olvidados en otros lugares.

Y por eso los reafirma, a la par de la experiencia que enriquece con su labor frente a dolencias desconocidas, erradicadas o escasas en Cuba, desde la anemia y la desnutrición hasta la malaria y las enfermedades diarreicas y respiratorias agudas, y dificultades que en vez de cruzarlo de brazos le encienden la iniciativa, como la idea amasada en los últimos días, de crear el club de socorrismo para entrenar a la población en conductas de urgencia, cómo salvar a un ahogado o qué hacer ante un caso de atragantamiento..., comenta después de hacer referencia a los trabajos investigativos que lleva sobre la participación comunitaria en los planes del Médico General Integral y las ventajas del ingreso para la observación de pacientes en los centros de salud, una novedosa experiencia en Honduras, que fructifica al mismo ritmo que se restablecen los enfermos.

Entre nuevos sueños e ideas y el recuerdo entrañable por los suyos, por una familia que le llena de orgullo y tres hijos que lo honran con la aspiración compartida de seguir los pasos de papá en la Medicina, anda Eugenio en El Bijao, sorteando y abriendo caminos, desterrando tabúes, uniendo voluntades, curando las heridas del cuerpo y el alma, llevando luz y esperanza a los lugares más remotos y agitando los latidos de la vida en estos valles y sierras del Oriente hondureño.

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