 Los bailarines y profesores de mañana viven el hermoso sueño de la realidad Pedro de la Hoz
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JORGE LUIS GONZALEZ
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No es un toque de magia el que ha convertido una imponente y vetusta edificación que se levanta en una de las márgenes del Prado habanero en la Escuela Nacional de Ballet. No es una simple exclamación la que brota al ver a las muchachas y los muchachos que el último viernes recibieron como regalo una magnífica instalación que les ha hecho protagonistas de una etapa cualitativamente superior en la historia del arte danzario en Cuba. El compañero Fidel, al dejar inaugurada oficialmente la escuela ese día, subrayó el significado del acontecimiento con precisión meridiana:
"Cuando se habla de la Escuela Cubana de Ballet se está reconociendo a nuestro pueblo, se está reconociendo la obra de la Revolución, se está llenando de orgullo a nuestro pueblo".
Justamente esta Escuela es la que el ballet cubano se merecía y la que va a contribuir a que esa manifestación artística, en la que ocupamos una indiscutible primera posición a escala mundial, multiplique aún más sus potencialidades. Al respecto, Fidel expresó que todos nos sentimos orgullosos de lo hecho estos años por el equipo de excelentes profesores y alumnos en su formación como bailarines. En lo adelante, precisó, más adolescentes de todo el país, con la capacidad requerida, podrán cursar estudios en este centro.
En sus reflexiones el Comandante en Jefe recordó que varias provincias no habían graduado ni a un solo bailarín o bailarina en la escuela, de manera que a partir de ahora es posible convertir ese sueño en realidad y fomentar posibilidades para que se multipliquen las compañías de ballet en el país.
"Esta escuela —recalcó— con sus facilidades y condiciones será verdaderamente una escuela nacional". Fidel recordó cómo para el ingreso en el centro no hubo privilegios, sino únicamente el talento y los deseos de estudiar, lo opuesto a lo que sucede en sociedades donde imperan las desigualdades y el espíritu mercantilista y no se conciben obras como la que se estaba inaugurando. Esto último puede constatarse con asistir a las clases, apreciar el desarrollo cotidiano del proceso docente-educativo, y observar la transformación operada en el edificio que hasta no hace tanto fue centro de preparación de esgrimistas. Para la formación de bailarinas y bailarines, la Escuela, que por el momento acoge una matrícula de 109 alumnos, cuenta con siete salones de práctica y salas de vestuario y maquillaje, además de poseer facilidades para el aprendizaje y la aplicación de las tecnologías informáticas y con una sala de video.
Una idea inmediata ocupa las mentes de alumnos y profesores: la participación en una brigada artística que el 11 de julio se trasladará al extremo más occidental de la Isla, Mantua, para compartir la danza con la comunidad. Ello será la expresión concreta de un compromiso asumido por estudiantes y docentes: llevar lo mejor del arte a todos los ámbitos.
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