 Ganando juventudes Omar Vázquez Boleros de Oro es una fiesta del tamaño de la Isla. Más allá de buscar imperfecciones
—que las tuvo— hay que empezar reconociendo que el Festival ha sido un acierto, signado por el alto nivel de la delegación artística de Puerto Rico, entre otros participantes.
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JUVENAL BALAN |
Leopoldo Ulloa recibió un homenaje en ocasión de su 70 cumpleaños (21 de octubre) por sus aportes al género. La audiencia fue en gran parte llamativa, por la preponderancia de los jóvenes. Quizá por ello los aplausos prolongados tras cada interpretación tenían lógicamente una mayor preferencia por cantantes coetáneos y de primera categoría como la boricua Sophy, una de las últimas sorpresas del encuentro. Lino Borges continúa levantando aplausos con Vida consentida y Mis motivos, entre otras creaciones.
A ella se pudieran agregar otros nombres entre los últimos artistas que pudimos apreciar, como la temperamental colombiana Delsis Janet con sus interpretaciones de Te busco y No me conoces. A Leonel Vaccaro lo vimos inicialmente en Santiago de Cuba, acompañado solo por su guitarra, hermosa voz de tenor y buen hacer, valores que en La Habana aumentó con el buen respaldo de NG La Banda y números de Silvia Rexac (Olas y arenas), 0!Nell Nin (Mujer boricua) y otras incluidas en su excelente disco Canciones de amor. Y ya que hablamos de Santiago, al celebrar la XIII edición del Festival, aportó el haber sacado el bolero a la calle, con programaciones en El Cobre y El Cristo, además de los escenarios de la ciudad, a los participantes extranjeros y del patio. En esta edición que culminó anoche se hicieron anuncios no cumplidos totalmente que hubieran servido para oxigenar al Festival. Uno de ellos, la ilusión de que los intérpretes nuestros traerían aunque fuera un estreno, que redundara en la necesaria estimulación al movimiento autoral contemporáneo. Ahora que se piensa en dedicar la edición del 2002 a República Dominicana y hay tiempo para un mejor diseño del evento, se debe retomar esta idea. Además, como es conocido, gracias a Juan Luis Guerra y La 440 (sin dejar de mencionar a sus excelentes boleristas Maridalia Hernández y Adalgisa Pantaleón), Víctor Víctor y otros artistas dominicanos, el trepidante merengue y el romanticismo bolerístico de la bachata se han codeado con el rock en la última década. El fenómeno tiene que ver entre nosotros con las más recientes promociones de los nuevos trovadores, y sin embargo, este hecho no acaba de cuajar en la programación del Festival, que solo contempla a la tradición, a veces, en sus versiones más congeladas y conservadoras. Siempre se ha dicho que la guaracha teatral, que era cultivada en Santiago y denominada bachata, adquirió un estilo característico gracias al talento recreador de Pepe Sánchez, gestor del bolero. ¿Qué relación existe entre esta modalidad y la quisqueyana? Este es un buen tema a dilucidar por los especialistas. Máxime ahora que el Coloquio del Festival publica una memoria con ponencias destacadas y puede librar una convocatoria al respecto.
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