 Un
criado respondón AMADO DEL PINO El verano teatral habanero se viste de clásicos. Ahora Argos Teatro
—un grupo pujante que desde hace cinco años dirige Carlos Celdrán— trae al noveno piso del Teatro Nacional La señorita Julia, una obra clave en la rica dramaturgia del sueco August Strindberg . Si en El padre, uno de sus primeros títulos, Strindberg logra llevar hasta la exquisitez las posibilidades del naturalismo teatral, en La señorita... se adentra en un realismo estilizado. Este texto
—que los que estudiamos en el Instituto de Arte por la década de los ochenta debatimos hondamente con nuestro carismático profesor Francisco López Sacha— fue escrito en 1889 durante una temporada peculiarmente intensa en la vida y la creación del autor de Sonata de espectros. Las relaciones de poder y servidumbre, la sexualidad desligada del amor y la neurosis acentuada por la soledad son algunos de los asuntos que el dramaturgo desarrolla, a través de un robusto sistema de diálogos y una esmerada caracterización de los tres únicos personajes. Celdrán es un amante de los grandes textos desde antes de que esa variante se pusiera de moda entre nosotros. Con El alma buena de Se Chuán, de Bertold Brecht, logró uno de los espectáculos más conmovedores de la escena cubana en los últimos años. Ahora respeta la letra del genio sueco y logra imprimirle dinamismo sin recurrir a esas imágenes artificiosas, desligadas del argumento, con las que otros directores empañan sus montajes. La dirección de actores es bien fluida y los elementos escenográficos resultan sintéticos y sobrios. Como recuerda el propio Celdrán en las notas al programa, Argos Teatro busca conectar los textos clásicos con circunstancias de nuestra contemporaneidad. En la puesta que nos ocupa esa intención se logra en esencia, aunque por momentos hay cierta ingenuidad en el propósito de acercamiento. Por ejemplo, puede resultar gratuita la entrada inicial de los tres actores antes de que estalle la vigorosa acción de la obra. El agradable vestuario, a cargo de Ileana Rodríguez, se mueve por momentos con indecisión entre los elementos de época y ese afán de acercar a los personajes. Mucho aporta al juego escénico la banda sonora de Adrián Torres. Este comentarista recuerda, en nuestras más recientes temporadas, muy pocas actuaciones tan sostenidas y
"bordadas" como la de Alexis Díaz de Villegas en el contradictorio Juan. Comienzo por él a analizar las actuaciones porque aquí
"el criado salió respondón" y la maestría en los registros de la voz, la profunda caracterización y la organicidad de su discurso gestual lo convierten en el protagonista del espectáculo. La señorita Julia de Zulema Clares logra sostener el frenético ritmo del montaje, pero su talento y plasticidad sobre las tablas se ven afectados por algunas imprecisiones en la proyección de la voz. Además, y ahí el señalamiento está dirigido más bien al director, grita en momentos en que la serenidad hubiese resultado más convincente. Mientras tanto Verónica Díaz defiende con sólida dignidad a su Cristina. Al principio temí que la actriz se dejara arrastrar por su condición de comediante, pero a medida que avanzaba la función ganó en coherencia y pulcritud interpretativa. Strindberg es uno de los autores que marcó toda la escena de finales del XIX, a la vez que ejerció una influencia decisiva en casi todo el teatro de la recién finalizada centuria. Llegarse por el Teatro Nacional en estos días permite comprobar que su lección de humanismo y maestría artística sigue conmoviendo al hombre de hoy.
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