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Luchadores por la conciencia y la inteligencia humanas

Pedro de la Hoz

   JORGE VALIENTE

Un nuevo fantasma, visible e insumiso, recorre el mundo: los movimientos contra la globalización neoliberal. A las expresiones contra corrientes puestas de manifiesto en los últimos dos años en Seattle, Davos, Porto Alegre y Quebec, se une ahora el II Congreso Internacional Cultura y Desarrollo, en La Habana, un foro de reflexión que ayer, en su primer día de debates, abordó como tema central ese verticalismo ideológico que arrasa con las identidades de los pueblos.

La paráfrasis de las palabras iniciales del Manifiesto Comunista, escrito por Marx a mediados del siglo XIX, introducida por el presidente del ICAIC, Omar González, para enmarcar el flujo de pensamiento humanista y esperanzador que marca la tónica del Congreso, anticipó el carácter de las intervenciones del panel que cerró la sesión plenaria de la jornada inaugural.

Rigoberta Menchú, luchadora guatemalteca, Premio Nobel de la Paz en 1992, denunció el atentado contra la dignidad que se ha ejercido secularmente contra "los pueblos de la Tierra", abogó por un auténtico diálogo entre civilizaciones, realmente intercultural, y recordó, refiriéndose a su país, el silencio que sepultó el horror que llevó a la muerte en diez años a 200 000 personas, mayoritariamente mayas. La Menchú dijo las cosas por su nombre: culpó a Estados Unidos de formar torturadores y asesinos. En cuanto al Congreso habanero, le atribuyó gran valor por ayudar a crear conciencia y levantar la utopía.

Vibrante fue la palabra del geógrafo puertorriqueño Julio Muriente, presidente del Nuevo Movimiento Independentista de Puerto Rico, quien afirmó que la lucha por el cese de los bombardeos en Vieques es hoy el centro de la defensa de la identidad cultural borinqueña y expresó la esperanza de que más temprano que tarde sus compatriotas vengan a Congresos como este en calidad de representantes de una nación independiente y soberana.

Los asistentes agradecieron la ilustrativa y documentada exposición del economista cubano Osvaldo Martínez, incisiva radiografía del desastre económico, social y cultural del modelo globalizador neoliberal. Tres cifras de la demencial "nueva economía" son elocuentes: mientras malviven 800 millones de hambrientos, en el mundo se gastan 800 mil millones de dólares anuales en armas, 400 mil en drogas y un millón de millones en propaganda comercial.

Al comentar tan escalofriantes estadísticas, el destacado escritor chileno Volodia Teitelboim dijo que si la inmensa mayoría de los explotados tomaran conciencia acerca de esa realidad, habría una revolución mundial. La cuestión radica en cómo llegar a la gente y librar una batalla por la conciencia, reivindicando la inteligencia. "Es una lucha desigual —dijo— si se tiene en cuenta el dominio de los poderosos sobre los medios de información, pero puede ser victoriosa porque contamos con la razón verídica".

La viceministra de la República Popular China, Meng Xaosi expuso las líneas rectoras de la política cultural de su país, cuyo eje vertebral descansa en que todos los ciudadanos tengan un acceso equitativo a la cultura, participen en la preservación y renovación de las tradiciones multiétnicas acumuladas por más de cinco mil años y se beneficien de los programas del más vasto alcance social, sobre la base de la armónica relación entre progreso material y vida espiritual.

Una voz africana, la de la señora Mambou Aimée Gnalli, ministra de Cultura y encargada del Turismo de la República del Congo, se alzó para denunciar cómo la también llamada mundialización ha convertido al planeta en "una ciudad con rostro de catástrofe" e hizo un llamado para que se difunda la idea de un nuevo tipo de solidaridad que respete la diversidad cultural.

 
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