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Teatro La Candelaria: la novedad sigue

JORGE SMITH (Prensa Latina)

El teatro pudo sobrevivir al surgimiento del cine y la televisión y el grupo colombiano La Candelaria a las tormentas políticas y las crisis comerciales en 35 años de vida. Su secreto es renovarse constantemente. Y eso lo está demostrando con su participación en la temporada internacional Mayo Teatral, en La Habana.

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PEDRO BERUVIDES

Diálogo del rebusque es uno de los títulos de la compañía colombiana.

Bogotá, la capital colombiana, surgió a partir del barrio La Candelaria, pegado a los cerros que circundan a la Bacata, bautizada así por los indios chibchas. Como asentamiento, es bohemia, irreverente, acostumbrada a nadar contra corriente. La Candelaria, es tan auténtica como Montparnasse, El Soho o Greenwich Village.

Santiago García, el actor y director de la compañía, no nació allí, pero hoy es una pieza imprescindible de esa comunidad, como la Calle Coliseo, el Teatro Colón o el Museo de Arte Colonial. Historia viva, de esa que permanece.

—A usted se le considera un hombre grande del sistema Stanislavski, en Colombia, junto a Enrique Buenaventura.

—Aprendí el sistema Stanislavski con un maestro japonés llamado Seki Sano, que estuvo en la entonces Unión Soviética y fue alumno de Vajtanjov, discípulo de Stanislavski. Este hombre, que ya murió, fue una figura importante, pues sentó las bases del teatro mexicano de Usigli, Carballido y López Tarso. Fue a Colombia a partir de 1956 para crear una escuela de actores de televisión. La televisión en mi país tuvo en sus orígenes y desarrollo un fuerte componente de técnicos cubanos de la antigua CMQ. Cuba era el país que marchaba a la cabeza en América Latina en esa esfera. El profesor Sano me formó a mí y a una pléyade de actores, en la televisión. Soy un actor de televisión. Empecé en telenovelas y terminé en el teatro. Seki Sano se fue para la Cuba de inicios de los 60, más o menos, después de la victoria de Playa Girón. Estuvo unos dos años allá y luego retornó a México.

—¿Cómo trasvasó Sano al odre milenario de su cultura una técnica tan occidental como la de Stanislavski?

— Seki Sano era parte de una milenaria cultura, pero en Rusia aprendió ruso y se metió de lleno en el método, el cual amoldó a sus orígenes. En México aprendió de manera perfecta el español y penetró en lo latino profundamente. Era un hombre con una visión cosmopolita y personal.

—¿Qué piensa de la televisión?

Hay gente que la considera un género menor.

—La televisión era un lenguaje nuevo que heredó del cine y el teatro y, como en otros casos, trató de sustituirlo. Todavía pugna por buscar un nuevo lenguaje. Cuando comencé las emisiones eran directas, cosa que lo asemejaba al teatro, pero con las grabaciones llegó el cine.

—¿Por qué La Candelaria tiene poder de convocatoria?

—Teníamos necesidad de construir nuestro propio teatro. Ya no deseábamos imitar a Brecht o a Grotowski, sino encontrar nuestra propia forma de expresión y eso entusiasmaba a los actores.

—¿Qué obras recuerda usted con éxito de público?

—Marat-Sade tuvo mucho público. Historia del Zoo, de Albee, El matrimonio, de Witoldd Grombowicz... pero también dimos en el blanco con obras colombianas, por ejemplo Soldados, del escritor barranquillero Alvaro Cepeda Samudio. En 1974 montamos Nosotros los comunes, lo que significó el gran salto con una obra basada en una revuelta de comuneros. En ese momento empezaron a invitarnos a Europa, sobre todo a un festival que se hacía en Nancy, Francia. De ahí pasamos a Guadalupe, años sin cuenta, que también fue muy exitosa.

—¿Los afectó el auge de la televisión en Colombia?

—No pienso. La televisión es muy tentativa, tomó el camino de la telenovela que es muy absorbente. Los actores deben renunciar a hacer teatro para enfrentarse al trabajo diario durante una gran cantidad de capítulos. Pero los triunfos son positivos y ahí está Betty la fea, Café... Las telenovelas repiten la moda de las novelas por entrega de Víctor Hugo. Nosotros acabamos de ir a México y Bolivia, y la gente nos preguntaba por Betty la fea. Adoro la televisión, no tengo nada contra ella, lo que pasa es que no tengo tiempo para trabajar en ese medio.

—A 35 años de distancia, ¿qué logros ve en La Candelaria?

—Tenemos un grupo estable, actores de planta y un repertorio propio. Se trata de un logro humano, de grupo. Lo otro son las obras: siete colectivas y cuatro de miembros de la agrupación. Tenemos una sede, un público fiel. Para mí eso es como tener un capital. Un público fiel a las quijotadas.

—¿Cómo ve el futuro?

—Muy ligado al país. Vivimos un momento complejo, pero lleno de expectativas, tratamos de ser optimistas. Prefiero el imperio de la razón al de las armas. Lo otro es la droga. El neoliberalismo, además, está provocando un incremento de la pobreza.

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