Cuando salió al aire por primera vez Pasaje a lo
desconocido, entonces por Tele Rebelde, no pocos advertimos la presencia de un espacio
necesario, en cuanto abría una ventana a una variante del género documental que se
había venido privilegiando con la irrupción en el mundo de las televisoras satelitales y
por cable. Al abordar temas científicos, históricos, artísticos o de cualquier asunto,
este tipo de documental, más que a la renovación estilística del género, se acerca al
periodismo de investigación, al reportaje fílmico. Cuentan historias, narran sucesos,
dibujan perfiles, revelan misterios, salvan memorias y, según sea el tema, introducen
elementos polémicos y especulativos. Son siempre materiales monográficos, aun cuando
puedan tener en determinados casos un tratamiento seriado.
En un principio, el espacio, que aprovechó bien
fuentes como el canal Discovery, apareció como una alternativa especializada en la
programación, en el último segmento del desaparecido Hoy mismo. El promotor de la idea,
Reinaldo Taladrid, uno de los espíritus más inquietos de la TV Cubana de los 90, se
limitaba a introducir el tema y, de vez en cuando, invitaba a un experto para dialogar
brevemente sobre lo que el telespectador iba a observar.
Sin violentar esa estructura, al ir ganando
independencia en la programación y situarse, por justo reclamo popular, en un horario y
canal mucho más favorecidos domingos a las 9:30 p.m., Cubavisión, la
selección de los materiales y su presentación han logrado también, respectivamente, una
mayor organicidad y un estilo. Saber y curiosidad van juntos de la mano, demostrando que
en televisión pesa la armónica relación entre lo importante y lo interesante, entre
cultura y entretenimiento.
Taladrid, que se ha hecho mucho más conocido por su
participación en las Mesas Redondas, ha conseguido ponerse desde el punto de vista del
espectador ante sus interlocutores. Mientras hay quienes prefieren demostrar que saben
tanto o más que el experto invitado, o en el otro extremo, demuestran que no saben nada
del asunto que les ocupa y es lo que muchas veces sucede en otros espacios de
interlocución el presentador, a base de preguntas y contrapreguntas, prepara al
televidente, estimula la curiosidad y despierta el interés. Y esto lo hace con su
explosividad habitual. En el periodismo audiovisual existe un término que prestigia a
esta clase de profesional: anchor. Taladrid es un anchor, perdónenme este inevitable
anglicismo.
Mucho nos gustaría que ese periodismo de
investigación en el género documental se abriera a realizaciones cubanas; tan ricos son
nuestra realidad, nuestra historia, nuestro caudal científico y cultural que valdría la
pena. Sería cuestión de tomar en cuenta en el proceso de reanimación de un género al
que hemos hecho aportes universales.