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Saberes insospechados

PEDRO DE LA HOZ

Cuando salió al aire por primera vez Pasaje a lo desconocido, entonces por Tele Rebelde, no pocos advertimos la presencia de un espacio necesario, en cuanto abría una ventana a una variante del género documental que se había venido privilegiando con la irrupción en el mundo de las televisoras satelitales y por cable. Al abordar temas científicos, históricos, artísticos o de cualquier asunto, este tipo de documental, más que a la renovación estilística del género, se acerca al periodismo de investigación, al reportaje fílmico. Cuentan historias, narran sucesos, dibujan perfiles, revelan misterios, salvan memorias y, según sea el tema, introducen elementos polémicos y especulativos. Son siempre materiales monográficos, aun cuando puedan tener en determinados casos un tratamiento seriado.

En un principio, el espacio, que aprovechó bien fuentes como el canal Discovery, apareció como una alternativa especializada en la programación, en el último segmento del desaparecido Hoy mismo. El promotor de la idea, Reinaldo Taladrid, uno de los espíritus más inquietos de la TV Cubana de los 90, se limitaba a introducir el tema y, de vez en cuando, invitaba a un experto para dialogar brevemente sobre lo que el telespectador iba a observar.

Sin violentar esa estructura, al ir ganando independencia en la programación y situarse, por justo reclamo popular, en un horario y canal mucho más favorecidos —domingos a las 9:30 p.m., Cubavisión—, la selección de los materiales y su presentación han logrado también, respectivamente, una mayor organicidad y un estilo. Saber y curiosidad van juntos de la mano, demostrando que en televisión pesa la armónica relación entre lo importante y lo interesante, entre cultura y entretenimiento.

Taladrid, que se ha hecho mucho más conocido por su participación en las Mesas Redondas, ha conseguido ponerse desde el punto de vista del espectador ante sus interlocutores. Mientras hay quienes prefieren demostrar que saben tanto o más que el experto invitado, o en el otro extremo, demuestran que no saben nada del asunto que les ocupa —y es lo que muchas veces sucede en otros espacios de interlocución— el presentador, a base de preguntas y contrapreguntas, prepara al televidente, estimula la curiosidad y despierta el interés. Y esto lo hace con su explosividad habitual. En el periodismo audiovisual existe un término que prestigia a esta clase de profesional: anchor. Taladrid es un anchor, perdónenme este inevitable anglicismo.

Mucho nos gustaría que ese periodismo de investigación en el género documental se abriera a realizaciones cubanas; tan ricos son nuestra realidad, nuestra historia, nuestro caudal científico y cultural que valdría la pena. Sería cuestión de tomar en cuenta en el proceso de reanimación de un género al que hemos hecho aportes universales.

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