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Loyola con la música viva

Pedro de la Hoz

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JORGE VALIENTE   

Nadie imagina, por su vitalidad y la fecunda manía de rodearse de nuevos proyectos, que José Loyola (Cienfuegos, 1941) transita por su sesenta cumpleaños. Buen momento para hacer un alto en el camino y recordar que este hombre negro, alto, recio como un jiquí, no solo es el vicepresidente primero de la UNEAC, el fundador y organizador de los Festivales Boleros de Oro, el animador constante de las peñas de ese género en la casa de los escritores y artistas cubanos, sino también el compositor de un considerable repertorio de música de concierto que abarca las más diversas especies, y el director y promotor del trío Música Viva (flauta, violín y violonchelo), que desde hace un año pesa y aporta entre nuestras agrupaciones de cámara.

Esta última faceta de Loyola —lo mismo ocurre con su larga consagración a la vida académica, en la Escuela Nacional de Música y el Instituto Superior de Arte— no es tan publicitada como la que lo hace visible protagonista de acciones relacionadas con la canción y la música popular bailable. Debería verse como un mérito tremendo su capacidad para articular ambos intereses de manera orgánica, como siempre tendría que ser dado el carácter de nuestra cultura.

"Yo no entiendo la música en parcelas —nos dice Loyola—, y es así por mi formación. Desde que me asomé al mundo de la música en Cienfuegos, recuerda que mi padre Efraín estuvo entre los fundadores del septeto Los Naranjos y luego estrenó la Aragón, supe que el rigor y el placer se juntaban en las diversas funciones de la práctica musical."

De la ejecución de la flauta, Loyola pasó a la composición y fue uno de los primeros becarios en estudiar en Varsovia, donde se familiarizó con uno de los movimientos contemporáneos más interesantes de la música de concierto, con exponentes a la altura de Penderecki, Lutoslawski, Kilar y Gorecki.

"Si algo he perseguido en mi creación autoral —confiesa— es el modo de fundir la experiencia sonora de las más recónditas tradiciones cubanas con los lenguajes experimentales más sugerentes. Esa es la razón de mi serie Música viva, para diversos formatos, o de una ópera como Monzón, el rey de Koré, que lamentablemente no ha encontrado eco en un panorama como el del arte escénico-musical cubano, huérfano de aventuras trascendentes."

El interés por la flauta de Loyola no ha cesado. Por el contrario, en la actualidad promueve el rescate de la fabricación del instrumento en la versión de madera y llaves que caracterizó el formato de las charangas —un luthier pinareño, del cual daremos prontamente noticias, se ha involucrado en el proyecto—, y se ha propuesto, con el trío Música Viva, mantenerse activo en la interpretación.

Hemos montado con el trío el repertorio de los clásicos, Bach, Mozart, Schubert, Chopin, pero abrimos un espacio muy especial al repertorio nacional, Cervantes, Lecuona y Caturla con versiones para flauta, violín y cello y de dar a conocer piezas específicamente concebidas para esa variante instrumental. Se trata de conjugar la movilidad de una pequeña agrupación de cámara con las amplias posibilidades que se le ofrecen a la difusión de la música culta en estos momentos en que cobra auge la idea de una culturización a escala masiva.

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